Cuando me pidieron que escribiera este artículo sobre la práctica de la mediación en el contexto del arte contemporáneo, lo primero que pensé fue: asumiendo que hayamos llegado a un acuerdo sobre lo que es el arte contemporáneo, ¿por qué usar el término «mediación»? Esta palabra lleva consigo una carga que sugiere resolución, el alivio de tensiones, la forja de un terreno común. Se apoya fuertemente en la idea de que debemos hacer un puente entre ambigüedad y entendimiento. Aun así, vale la pena esforzarse en esta premisa. Hablar de mediación en el arte implica una brecha, una distancia entre la obra y su audiencia, que se presume que debe ser cercana. Sin embargo, esta hipótesis compromete la complejidad del arte contemporáneo, la reduce a una serie de narrativas digeribles priorizando la claridad antes que la interpretación abierta. También implica que la obra en sí esté de alguna manera incompleta o sea insuficiente sin la intervención de un mediador, lo que plantea preguntas críticas: ¿el rol de la mediación es aclarar y resolver, o albergar un espacio para la incertidumbre y provocación inherente a la obra de arte? ¿Y cómo influye este proceso de mediación tanto en la recepción de la obra como en su propio mensaje?
La interacción entre la ambigüedad esencial del arte y el deseo de hacerlo comprensible invita a considerar más de cerca cómo se configura y se expresa su sentido. Una obra de arte no solo es un recipiente pasivo que espera ser descifrado, sino también resiste nuestro esfuerzo de inmovilizarlo. Es útil mencionar la noción de Adorno de que el arte no funciona de manera mimética o ilustrativa; no puede reducirse a un mensaje o una narrativa simple. Más bien, interactuar con él es cuestión de seguir su movimiento, de trazar cómo se perturba, cómo se mueve y se niega a encajar en categorías fijas. Sin embargo, en el mundo del arte contemporáneo, este proceso a menudo se convierte en una especie de tarea administrativa: un ejercicio para encajar la obra en estructuras estandarizadas, estructuras moldeadas por las instituciones, organismos de financiación y prioridades burocráticas.
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[Imagen destacada: Cecilia Vicuña: Brain Forest Quipu, Turbine Hall, Tate Modern, 2022]
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