Víctor Hugo Castillo: la migración irregular es más rentable que el tráfico de drogas
Víctor Hugo Castillo: Irregular migration is more profitable than drug
trafficking
Emilio Zamora emilio_zamora24@hotmail.com
Ecuador
Víctor Hugo Castillo victorhugocastillo@icloud.com
México
#PerDebate
URL: https://portal.amelica.org/ameli/journal/848/8485223001/
DOI: https://doi.org/10.18272/pd.v8i1.3696
Resumen: Este artículo presenta una entrevista con Víctor Hugo Castillo, un reportero especializado en migración en McAllen, ciudad del estado de Texas, Estados Unidos, en la frontera con México. Castillo describe cómo la migración irregular se ha vuelto más rentable que el tráfico de drogas, debido a los altos costos que los migrantes pagan para cruzar la frontera. Relata historias impactantes de migrantes que enfrentan secuestros, abusos y extorsiones durante su travesía. El periodista también comparte sus experiencias personales, los desafíos de cubrir estos temas y destaca la necesidad de medidas de seguridad y apoyo emocional para los reporteros.
Abstract:This article presents an interview with Victor Hugo
Castillo, a specialized reporter on migration in McAllen city, in the State of
Texas, United States, on the border with Mexico. Castillo describes how
irregular migration has become more profitable than drug trafficking, due to
the high costs that migrants pay to cross the border. He describes shocking
stories of migrants facing kidnappings, abuses and extortion during their
journey. The journalist also shares his personal experiences, the challenges of
covering these issues and highlights the need for security measures and
emotional support for reporters.
Introducción
En 2024, la
carrera de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) lideró un
programa de capacitación en coberturas migratorias hacia Estados Unidos en
coordinación con el Border Center for Journalists and Bloggers (BCJB), con sede
en Edinburg, Texas. Este programa tuvo el finan-ciamiento de la Embajada
estadounidense en Ecuador. Su objetivo principal fue formar a periodistas
ecuatorianos en la cobertura de temas migratorios, específicamente en la
frontera entre Estados Unidos y México, para que ellos puedan preparar
reportajes más humanos sobre los riesgos del paso irregular en busca del “sueño
americano”.
Foto 1
En junio de
2024, desde Ecuador diez periodistas viajaron a la frontera sur de EE. UU. para
cubrir la migración. Víctor Castillo está en la izquierda y Emilio Zamora, en
el centro. Crédito de foto: Tania Orbe.
Foto 1. En junio de
2024, desde Ecuador diez periodistas viajaron a la frontera sur de EE. UU. para
cubrir la migración. Víctor Castillo está en la izquierda y Emilio Zamora, en
el centro. Crédito de foto: Tania Orbe.
La
capacitación incluyó un curso virtual de seis semanas y un viaje de ocho días a
McAllen, Texas, y Nueva York para producir reportajes in situ con
diez participantes que realizaron las mejores propuestas de cobertura. El curso
en línea se llevó a cabo entre enero y febrero de 2024, seguido de la selección
de los becarios ganadores. El programa logró capacitar a setenta periodistas de
las principales ciudades de Ecuador, de los cuales 35 aprobaron el curso y
recibieron un certificado avalado por la USFQ y el BCJB.
El viaje de
reportería se realizó en junio y tuvo el acompañamiento de la Patrulla
Fronteriza en la frontera de Estados Unidos con México. Durante el viaje, los
periodistas efectuaron diversas coberturas, incluyendo visitas a la frontera,
el muro, el puente de Hidalgo y el río Bravo o Grande, así como a Nueva York,
conocida como ciudad santuario por acoger a miles de migrantes.
Los reportajes
producidos por los becarios se publicaron en sus respectivos medios y redes
sociales, cumpliendo con el objetivo de mostrar los riesgos de la migración
irregular y la política migratoria estadounidense.
Esta
entrevista se realizó durante una jornada de reportería en el traslado de
McAllen al pequeño poblado de Falfurrias, parte del condado de Brooks. Esta
zona es conocida por tener el cementerio de migrantes denominado Falfurrias
Burial Park, en inglés, o Sagrado Corazón, en español. Allí existen cientos de
tumbas con pequeñas placas de metal o de cemento en las que se lee John
Doe como un nombre genérico para los cuerpos no identificados de
personas que intentan cruzar el desierto hacia Estados Unidos y mueren en el
camino. Víctor Castillo fue parte del equipo organizador del BCJB que acompañó
este día a los periodistas ecuatorianos. En esta entrevista, cuenta cómo empezó
a cubrir historias migratorias y los desafíos que su trabajo implica.
Foto 2
En el
cementerio de Falfurrias en la frontera de Texas con Estados Unidos reposan
tumbas de personas no identificadas que murieron en su intento de sueño
americano. Crédito de foto: Tania Orbe
Foto 2. En el
cementerio de Falfurrias en la frontera de Texas con Estados Unidos reposan
tumbas de personas no identificadas que murieron en su intento de sueño
americano. Crédito de foto: Tania Orbe
¿Cuáles son
tus orígenes y por qué volver al lugar donde naciste?
Mis papás son
mexicanos y vivían en Reynosa, estado de Tamaulipas. De hecho, yo vivía en
Reynosa cuando era niño. Reynosa está en la frontera con McAllen, Texas, pero
cuando cumplí trece años, mi papá llevó a toda la familia a vivir cerca de
Chicago, ahí fue donde estudié el colegio. Cuando terminé mis estudios me
regresé a vivir a McAllen y he estado acá desde 1992.
Quería
regresar a estar y vivir en un lugar donde pueda disfrutar de dos cul-turas.
Aquí, en la frontera sur de Texas, que se conoce como el valle del Río Grande,
tenemos eso. Son comunidades muy interdependientes, hay mucha gente que tiene
hijos y vive o tiene familiares en ambos lados de la frontera. Su dinámica del
día a día es cruzar la frontera por trabajo, por estudios y que-ría estar cerca
de México y poder también disfrutar de allá.
¿Por qué te especializaste en coberturas migratorias?
Fue en el 2003
cuando empezaba mi carrera en la comunicación. Hice una primera entrevista a
una amiga, hondureña y migrante, que se vino como indocumentada a los Estados
Unidos. Para mí fue muy impactante. Su testimonio relataba una terrible
experiencia que pasó en el sur de la frontera de México. Cuando ingresan a
México, iban con un grupo, con un guía, un coyote, y él venía amenazando a las
mujeres y el grupo. Si el coyote no tenía relaciones sexuales con las mujeres,
él los iba a matar.
Esa entrevista
me trastocó mucho y me creó un interés en saber más, conocer, aprender sobre
las dinámicas migratorias. En el caso de mi amiga, recuerdo que me contaba que,
después de algunos años de que llegó a Estados Unidos, finalmente se casó. Pero
toda esa afectación emocional y psicológica, de haber pasado por ese trauma, le
afectó también en su matrimonio y batallaba mucho para recuperarse de eso.
Entonces, esa primera entrevista generó en mí un interés para conocer más sobre
la migración.
¿Cuáles son las historias que más te han frustrado?
Hay de todo
tipo y una fue la entrevista que hice a un cubano migrante en Reynosa, donde
él, otros cubanos y otros venezolanos fueron secuestrados. Durante su
cautiverio, ellos fueron testigos de todas las atrocidades del crimen
organizado. Sus secuestradores asesinaron, apuñalaron, mataron, ejecutaron a un
migrante delante de sus ojos porque no pudieron recuperar dinero, y metieron su
cuerpo en una bolsa de basura. Cuando el grupo era trasladado de un lugar a
otro, tiraron esa bolsa en un basurero.
Yo escuchaba
su entrevista con mucho enojo y frustración, con mucha impotencia de no haber
podido hacer nada para ayudar en esa situación. También estaban amenazados con
armas y había mucha rabia, pero también podía ver que había mucho trauma en
este hombre cubano, mucho enojo. Él decidió contarme esa historia y cuando
escuchas eso no puedes evitar ser trastocado y también sentir impotencia. He
tenido historias de todo tipo, desde menores no acompañados que me los he
topado después de que cruzaron la frontera y van solos. Recuerdo que una vez se
me acercó una niña y, antes incluso de llegar a la custodia de la Patrulla
Fronteriza, sacó de su pantaloncito una bolsa de plástico y me la puso en la
mano. Era el número de su mamá, ella y su hermanita venían solas y fueron
abandonadas a la deriva.
Estas niñas
eran salvadoreñas. Un joven, que también cruzaba la frontera, les ayudó. Él
venía con una bebé también, pero las pudo ubicar en el camino y preguntó hijas
de quién eran. Pero nadie reclamaba a esas niñas, estaban abandonadas. Él las
ayudó a cruzar. Cuando me encontré con las niñas y me dieron el teléfono de su
mamá, pudimos hacer una videollamada. Pero verlas llorar, ver sus lágrimas y
ahí diciéndole a su mamá en esa videollamada quiero estar con vos llorando, no
puedo evitar ser también trastocado una vez más y eso te rompe el corazón.
En la frontera
hay también osamentas, cuerpos que uno ha visto al caminar con el paso de los
años. La impotencia vuelve al reconocer que un cuerpo recuperado de un río ya
está inflado en estado de descomposición avanzado. ¿Quién habrá sido? ¿Su
familia? ¿Sus seres queridos pudieron saber qué fue de él o ella?
Me ha tocado
entrevistar también a familias que entran en un estado de shock porque
uno de sus hijos se les iba en las corrientes del agua del río e hicieron todo
el esfuerzo para poder recuperarlo. Finalmente, sí lo alcanzaron y pudieron
estar a salvo, pero se quedan en blanco porque también ellos están trastocados
por esa experiencia en que ven la muerte tan cerca. Hay de todo aquí:
secuestros, muertos, desesperación.
Entre las
historias que escucho, hay de todo: personas que son abusadas por las
autoridades en México, en policías de migración, robos. Hay tanto… que lamento,
aunque sea un poquito, a lo mejor no lo que ellos vivieron, pero también me
quebranto.
Foto 3
A diario,
cientos de migrantes cruzan el río Bravo o Grande en la frontera de Texas con
México. Víctor Hugo Castillo los busca en el día y en la noche. Crédito de
foto: Cortesía Víctor Hugo Castillo.
Foto 3. A diario,
cientos de migrantes cruzan el río Bravo o Grande en la frontera de Texas con
México. Víctor Hugo Castillo los busca en el día y en la noche. Crédito de
foto: Cortesía Víctor Hugo Castillo.
En todos estos años el panorama ha empeorado. ¿Cuáles
crees tú que son esos elementos claves que mantienen este mercado?
No se ha
mejorado para nada la situación, ha ido de mal en peor. He visto dinámicas
migratorias de todas partes del mundo: oleada de brasileños, de mamás con
menores, de chinos, de rusos, de ucranianos. Especialmente, ahora que se retomó
la invasión en Ucrania, vienen rusos, ucranianos, bielorrusos, pakistaníes.
Llegan de muchas nacionalidades, no solo de América Latina.
Hay una crisis
migratoria en todo el mundo. La gente que está huyendo de Irán, por ejemplo.
Una vez entrevisté a una mujer joven iraní y que huía de su país porque ella
empezó a expresar su oposición en las redes sociales y estaba siendo
perseguida. Cuando llegó a Reynosa, México, fue secuestrada y batallaba con el
idioma. Afortunadamente, ya tenía un contacto y, por WhatsApp, le comunicó a un
conocido y reportó su secuestro. Entonces, pudieron rescatarla a tiempo. En su
momento, se le pudo brindar ayuda, pudo ir a un albergue de migrantes. Las
autoridades mexicanas la identificaron como vulnerable y la presentaron a las
autoridades estadounidenses en el puente. Eventualmente, esta mujer pudo
ingresar a Estados Unidos. Pero ahora estaban presionando a su familia en su
país de origen, en Irán, y estaba muy preocupada por su hermana y sus padres.
Ella se fue para Nueva Jersey. Son un sin número de historias, un sin número de
experiencias de dolor, de robos, de homicidios, muy largas.
¿Cómo te proteges de forma personal y qué sugieres a
los periodistas que tengan que hacer estas coberturas?
Me han
preguntado en varias ocasiones ¿cómo le haces para mantener el frío? Yo digo
que no se puede. Si uno es un ser humano y ves a otro ser humano sufrir, morir
y es algo que no puedes evitar, hay cierta afectación. Piensas mucho en lo que
te han contado, sueñas o estás con alguna pesadilla que se te viene o estás
preocupado por lo que habrá sido de tal o cual persona, si logró cruzar o no
logró cruzar, ¿si llegó o no llegó? Entonces, yo lo que procuro hacer es leer y
leo la Biblia. Allí encuentro algo de tranquilidad, busco un
encuentro sobre Dios, aprendo más sobre Jesús, aprendo del perdón, de la
gracia, de la misericordia, de la bondad y de que hay mucha gente que está
haciendo mucha maldad.
También debe
haber la oportunidad de hacer algún bien. Así yo encuentro algo de tranquilidad
y trato de hacer algún reseteo de mi mente. Leer la Biblia me
nutre espiritual y emocionalmente a la vez.
Ya en
coberturas, ¿cuáles son los protocolos que tú sigues para protegerte?
Yo nunca
anuncio cuando voy al lado mexicano. Antes lo hacía o le avisaba a algún colega
o llamaba para ver si podía ver a tal o cual persona que estaba queriendo
entrevistar. Ahora ya no lo hago, simplemente le caigo, llego y siempre he
tenido la suerte de ser recibido. Creo que, a través de los años, también he
logrado establecer cierta confianza con las fuentes de información. Me abren
las puertas pero eso ha requerido mucho trabajo.
Procuro que
mis historias también sean muy enfocadas, que estén muy bien balanceadas, que
puedan aportar algo, que no sea el reportar por reportar, sino que contribuyan
y traigan algún valor, información que sea de utilidad. Creo que eso también va
generando esa confianza tanto en los televidentes como en las fuentes de
información.
No anuncio mis
rutas por seguridad. Años atrás trabajaba para una filial en CBS, llegué a la
PGR (Procuraría General de la República en Reynosa). Había un rescate de más de
140 migrantes por los militares y los llevaron a esa estación de la PGR.
Solamente dos medios tuvimos acceso a ellos: una televisora local del norte de
Tamaulipas y yo, que venía de Estados Unidos. Ambos reporteros pudimos hacer
muchas entrevistas con migrantes, pero era información muy sensible porque nos
contaron cómo los secuestraron en Veracruz, cómo los trasladaron, cómo abusaban
de ellos, cómo los torturaban, les sacaban las uñas, los golpeaban, tantas
cosas que hacían con ellos.
Cuando salimos
de ahí, mencionaban grupos en particular del crimen organizado. No pasaron ni
cinco minutos desde que dejé ese lugar y ya una persona, a la cual le voy a
decir ‘colega’ de los medios de comunicación, me llamó por teléfono y me dijo:
“Mira Víctor, tú eres muy buena onda, pero creo que sería bueno que tengas
cuidado con la información que vas a manejar, no te vaya pasar algo”. Era una
indirecta de alguien que estaba en los medios de comunicación, pero que tiene
conexiones con el crimen organizado, porque ¿cómo supo él que yo estaba ahí?
Solamente dos medios habíamos entrado, alguien estaba infiltrado, alguien
estaba ahí en el grupo y pasó esa información y, eventualmente, dieron conmigo
y me estaban, básicamente, advirtiendo que no reportara ciertos datos, en esta
ocasión.
Foto 4
El reportero
bilingüe, Víctor Hugo Castillo, viaja con su cámara en todas sus coberturas.
Pero también ha tenido que ocultarla y huir ante amenazas. Crédito de foto:
Cortesía Víctor Hugo Castillo
Foto 4. El reportero
bilingüe, Víctor Hugo Castillo, viaja con su cámara en todas sus coberturas.
Pero también ha tenido que ocultarla y huir ante amenazas. Crédito de foto:
Cortesía Víctor Hugo Castillo
Entonces, ¿has tenido que callar tras ciertas
coberturas para proteger tu propia vida?
Me ha tocado
que voy a un lugar y de repente alguien me habla y me dice: “¡Hey Víctor, sé
que estás ahí en tal lugar! Pero si yo fuera tú, mejor me movería de ahí, no
sabes el terreno que estás pisando”. Recuerdo otra ocasión que llevé también a
alguien de un programa televisivo de documentales y me dijeron también que
tuviera cuidado y entonces él, como provenía de Colombia, estaba acostumbrado a
la guerrilla y dijo: ¡No!, si tenemos que hablar con alguien, con quien
tengamos que hablar, pero yo no me voy de aquí hasta que llegue.
En mi trabajo,
he tenido que acercarme a lugares donde hay gente que cuida y protege ciertas
zonas y que vigilan porque no quieren que militares o policías entren. He
estado allí en equipo, he hablado con gente armada. Nos presentamos, les
decimos que somos de tal programa, que estamos haciendo esto, que queremos
estas entrevistas. Les pedimos autorización para entrevistar a migrantes. Por
supuesto, con mucho miedo, he tenido que vivir eso.
En otra
ocasión, también estaba haciendo entrevistas con un menor de catorce años,
migrante indocumentado en el centro de Reynosa. De repente, llegó una camioneta
Cadillac y abrió la puerta de atrás y en la cajuela se podía observar que traía
una metralleta calibre 50 y nomás la estaban mostrando, como para decir aquí
ten cuidado, nosotros tenemos control de todo. Entonces, rápido recogí mis
cosas y nos fuimos del lugar. Si hay ciertas medidas por cierta rutas, ciertos
caminos que ya conozco, no le aviso a nadie que iré a ese lugar. Llego a donde
tengo que ir, hago lo que debo hacer y me regreso, trato de ser cauteloso. Esto
no quiere decir que estoy cien por ciento confiado, no quiero confiar en mí
mismo tampoco. Por ese tipo de situaciones también tengo que orar y pedirle a
Dios que me guarde.
¿Cómo es la
dinámica en la frontera? Porque McAllen y Reynosa están unidas, pero separadas
por un río. ¿Cómo es el control en Reynosa y en McAllen?
Me amenazaron
una vez cuando estaba filmando del lado estadounidense un cruce de
indocumentados por el área de Roma, Texas. Del lado mexicano pude observar que
una camioneta traía tres balsas inflables y empezaron a cruzar. Uno de los
coyotes contrabandistas me identificó y me preguntó: “¿Quién eres? Sé dónde
vives y voy a ir a quemar tu casa” y me empezó a decir una serie de
maldiciones.
También he
estado en una persecución relacionada con las drogas. Del lado estadounidense,
no sé por qué, no sé si fue aleatoriamente o ese policía, en particular, se
enojó porque yo estaba cubriendo esa persecución y no quiso que filmara o no sé
cuál sería el problema. Pero yo llegué primero a ese lugar y era un terreno
baldío a un lado de una gasolinera. Ahí había gente que llegaba, entraba y
salía. Yo me paré y estaba filmando hacia el terreno donde cayó el carro y
todos los bultos de droga regados, pero el policía me quiso amedrentar e
intimidar. Yo me resistí porque yo no era parte de ninguna investigación y me
arrestó por no haber accedido a cierta información que me pedía.
Eventualmente,
uno pasa por toda esa vergüenza y me tomaron la foto, huellas dactilares y me
llevaron a la cárcel del Condado. Luego me liberaron bajo fianza y el Fiscal
del Condado Hidalgo desestimó el caso porque ese arresto no tenía fundamento.
Ya no hubo necesidad de ir a corte ni nada, pero pasé por todo eso.
¿Eso confirma, entonces, que hay vínculo entre las
autoridades mexicanas y las estadounidenses?
El crimen
organizado, los carteles, son muy poderosos y tienen un brazo financiero muy
fuerte, entonces en cualquier momento ellos también pueden intimidar a
cualquier autoridad. Por ejemplo, aquí en el sur de Texas puedo decirte que
anteriormente el sheriff(autoridad policial) del Condado Hidalgo ha
sido encontrado culpable de tener nexos con los carteles del crimen organizado.
Son casos que se han confirmado con policías o alguaciles también. Cuando se
presentan estos delitos, las agencias federales se encargan de esas
investigaciones, les formulan cargos y eventualmente los llevan a juicio y se
les sentencia. Pudieran —tal vez— salir por una fianza hasta comparecer a su
juicio, pero sí llegan a ser sentenciados por varios años. Con o sin fianza,
estos funcionarios no pueden volver a ejercer un cargo público porque pierden
la licencia de Peace Officer que es la de ejercer como un
oficial de la ley.
Has dicho que el tráfico de personas puede ser tan
rentable como el tráfico de drogas. ¿Cómo sostienes ese argumento?
Es muy fácil
porque el promedio que está pagando un migrante hoy en día para poder ingresar
a los Estados Unidos está entre siete mil a diez mil dólares. Hay gente que
paga más, pero cuando tú haces un cálculo (y vamos a ser muy conservadores) de
diez mil dólares por persona y tú multiplicas eso por diez millones de
personas, el resultado son números estratosféricos. Ya ni la calculadora te da
los números porque son CIEN MIL millones de dólares, solo con un cálculo
sencillo.
Si pensamos en
drogas, hoy en día aquí en la frontera sur, un kilo de cocaína pudiera costar a
lo mejor 25 000 dólares, pero ellos lo pueden hacer con dos personas que cruzan
rápidamente esos 25 000 dólares. Un kilo de marihuana pudiera estar costando a lo
mejor 800 dólares de este lado. Entonces, ellos pueden hacer mucho más con una
sola persona que cruzaron únicamente por hacerla cruzar el río. Lo dejaron a su
deriva en la frontera y pudieran hacer miles de dólares si acaso los contratan
para ser llevados más hacia el norte como Houston, Dallas u otras partes.
¿Cómo funcionan estos mecanismos de pago?
Cuando el
inmigrante viene en su travesía, está siendo abusado y extorsionado en todo su
trayecto, por varios países. Cuando cada migrante hace la sumatoria de gastos,
el cálculo total de lo que ha pagado llega a números tan altos y
exohorbitantes. A lo mejor, contrataron a un coyote en su país de origen y le
pagaron seis mil, diez mil o quince mil dólares. A eso hay que sumar los gastos
del paso por otros países porque son tratados como mercancías y le ponen precio
a su vida. O, incluso, extorsionan a sus familiares cuando el migrante está
secuestrado o desaparece en el trayecto.
Fo
Este es uno de
los controles fronterizos en el río Bravo o Grande, en Texas, EE. UU. La
patrulla fronteriza lo vigila en tierra y agua las 24 horas. Crédito de foto:
Víctor Hugo Castillo
Foto 5. Este es uno de
los controles fronterizos en el río Bravo o Grande, en Texas, EE. UU. La
patrulla fronteriza lo vigila en tierra y agua las 24 horas. Crédito de foto:
Víctor Hugo Castillo
Yo recuerdo a
una mujer centroamericana que me topé en La Joya, una ciudad de Texas en la
frontera con México. Usualmente, voy a buscar actividad migratoria de noche y
una noche me la encontré y le pregunté: “¿Cuánto pagaste por haberte cruzado el
río?” Estaban cuatro personas. Como no me respondía, le dije un número al azar:
quinientos, para tratar de adivinar lo que pagó. Me dijo que no. Mientras ella
apuntaba con su dedo hacia arriba, le dije: mil. Y me seguía señalando con su
dedo hacia arriba, yo seguía tratando de adivinar: 1 500, dije, 2 000, hasta
que mi adivinanza llegó a 4 000. Entonces, asombrado les dije: ¡pagaron 16 000
dólares por ustedes cuatro! Sí, solo el cruce del río. Con el paso de los años,
he visto mucha gente cruzando el río. Antes pagaban quinientos para un cruce,
ahora pagan miles.
El paso por la
frontera sur entre Estados Unidos y México se complica cada día más. Los
controles se están endureciendo, hay más militares, hay más muro, hay más
alambre de púas, serpentinas, hay más policía
estatal y
municipal. Pero estos controles benefician más a los contrabandistas, porque
cobran más. Sus tarifas son más altas y lo único que tienen que hacer ellos es
irse a un área remota, más distante, donde han fortalecido la frontera y por
allá cruzar a los migrantes.
Esto significa que el resultado final es que, en lugar
de reducir la ola migratoria, este mercado se mantiene y aumenta, ¿los costos
suben y los beneficiados son los carteles?
Sí, el crimen
organizado, los que se dedican a estas bandas de tráfico y de contrabando
humano, ellos están muy enterados de todas las medidas y políticas ejecutivas
que se toman o se dan a conocer. Ellos buscan siempre en qué forma van a sacar
algún provecho o beneficio. Yo te lo puedo garantizar. Por ejemplo, la última
orden ejecutiva que hizo el presidente estadounidense Joe Biden fue limitar el
asilo para quienes crucen de manera irregular. Esto resulta en encarcelamiento
o deportación inmediata. Esta medida beneficia más al crimen organizado. Cuando
se dio este anuncio, la ola migratoria aumentó en los menores de edad no
acompañados porque Estados Unidos no deporta a personas menores de diecisiete
años que están solas. Hoy por hoy, vivimos una dinámica migratoria muy activa
de menores no acompañados.
¿Y esto puede
promover mayores secuestros o desapariciones de menores?
Sí, exacto…
Entonces, los líderes del crimen organizado ahora van a buscar a los menores.
“Que yo te paso a tu hijo, nomás lo cruzamos… Con que ellos lleven un número de
teléfono de algún pariente, amistad o alguien que los pueda recibir allá y
comprueben parentesco o ser tutores y responsabilizarse de ellos… los van a
soltar”. Este es el discurso de esas mafias. Aquí empieza el crimen organizado
a manejar una campaña de desinformación, de engaño y, para ellos, es bueno
porque hacen más dinero.
Con este panorama desolador, ¿cuál es la solución
viable?
No creo que se
vaya a llegar a alguna solución en particular. Un problema tan complejo
requiere soluciones complejas y se requiere mucha voluntad. Es necesario que se
involucren muchos sectores: los políticos, los religiosos, los financieros, las
naciones, las ONG, los albergues, los gobiernos a escala presidencial y
legislativa. Hay tanto por hacer para abordar un problema complejo. Para
encontrar soluciones, se requiere voluntad. En cada país, los legisladores
saben que la migración es un problema, pero lo único que están haciendo, como
decimos por acá en esta zona, es poner curitas o parches en heridas que no se
curan. En sus plataformas políticas, usan el tema migratorio en su discurso
para tener poder, entonces no hay una reforma real migratoria comprensiva.
Por un lado,
sabemos que vamos a fortalecer la frontera y luego vemos alguna reforma
migratoria. Otros dicen “hagamos reforma migratoria hoy y facilitemos los
procesos de refugio y de asilo”. En realidad, cuidan tanto sus intereses
partidistas, personales o políticos. No ven cómo ayudar de forma concreta a la
comunidad migrante. Al contrario, al resistirse a hacer cambios, hasta las
autoridades extorsionan. Por eso, yo no veo una solución, no veo un horizonte
favorable.
Foto 6
En la
frontera, hay varias ONG que ofrecen ayuda humanitaria a los migrantes que
cruzan de forma irregular. Emilio Zamora (der.) conoció el South Texas Human
Rights Center en su cobertura como parte de la beca que ofreció la USFQ.
Crédito de foto: Tania Orbe
Foto 6. En la
frontera, hay varias ONG que ofrecen ayuda humanitaria a los migrantes que
cruzan de forma irregular. Emilio Zamora (der.) conoció el South Texas Human
Rights Center en su cobertura como parte de la beca que ofreció la USFQ.
Crédito de foto: Tania Orbe
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