Una pregunta desconcertante se ha convertido en una cruda realidad para Marruecos: la devastadora frecuencia de los incendios forestales, concentrados de manera desproporcionada en el norte del país. Aunque los fuegos han asolado otras regiones, es en las verdes montañas del Rif y la provincia de Tánger-Tetuán donde se ha forjado una reputación de "zona cero" de la destrucción forestal. La respuesta a este enigma no es simple, sino un complejo entramado de factores naturales, humanos y socioeconómicos que se entrelazan para crear un cóctel incendiario.
El escenario perfecto: clima y vegetación
Si bien la premisa de que los incendios solo ocurren en el norte es inexacta (el Atlas Medio y Oriental también ha sufrido fuegos devastadores), la concentración de estos eventos en el norte tiene una base geográfica sólida. Esta región posee un clima mediterráneo, caracterizado por inviernos suaves y húmedos que nutren una densa vegetación, seguidos de veranos largos, secos y calurosos que la convierten en combustible ideal.
Los bosques del norte, a diferencia de las zonas áridas del sur, están compuestos por especies altamente inflamables como el pino, el cedro y el alcornoque. Cuando las altas temperaturas y los fuertes vientos del verano se combinan con la sequía, el escenario está listo para una catástrofe.
La huella humana: negligencia e intencionalidad
Aquí reside la clave para comprender la mayoría de los incendios. La Agencia Nacional de Aguas y Bosques de Marruecos (ANEF) ha señalado que cerca del 95% de los incendios forestales tienen un origen humano. Este factor se divide en dos categorías principales:
Negligencia: Incluye acciones como arrojar colillas de cigarrillos, dejar fogatas mal apagadas y, lo más común, la quema de rastrojos agrícolas para la limpieza de terrenos, una práctica extendida que se descontrola fácilmente.
Actos intencionados: Esta es la causa más siniestra y la que más alarma a las autoridades y activistas. Las motivaciones detrás del incendio provocado suelen estar vinculadas a la especulación inmobiliaria. La lógica perversa es simple: un terreno forestal está protegido y su valor es limitado para la construcción, pero una vez que es consumido por el fuego, pierde su estatus legal como bosque, abriendo la puerta a su recalificación y venta para proyectos de construcción o agricultura. En el norte de Marruecos, donde la demanda de terrenos turísticos y residenciales es alta, este se ha convertido en un motivo alarmantemente frecuente.
Geografía y desafío
Además de los factores climáticos y humanos, la topografía de la región dificulta la labor de los bomberos. Las montañas escarpadas del Rif y la falta de caminos de acceso en áreas remotas complican la llegada de los equipos de extinción y los camiones cisterna. Los fuertes vientos también contribuyen a que los incendios se propaguen a una velocidad vertiginosa, convirtiendo pequeños focos en infiernos incontrolables en cuestión de horas.
En resumen, los incendios en el norte de Marruecos no son simplemente un desastre natural. Son la trágica confluencia de un clima propicio, una vegetación combustible y, sobre todo, una serie de acciones humanas que van desde la simple negligencia hasta actos criminales motivados por el lucro. La batalla para proteger los bosques del país, por lo tanto, no es solo contra las llamas, sino también contra las intenciones que las avivan.
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