Washington, D.C. — En el corazón del debate migratorio en Estados Unidos no está solo la política, sino también el lenguaje. La Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), la agencia federal encargada de la aplicación de las leyes de inmigración, ha sido objeto de críticas cada vez más feroces por el uso sistemático de una retórica que, según defensores de los derechos humanos y académicos, no solo refleja, sino que activamente promueve la deshumanización de los migrantes. Este lenguaje no es un accidente; es, para muchos, una herramienta calculada para justificar las políticas más severas.
El uso de términos como "extranjeros ilegales" o la descripción de la migración como una "invasión" no solo es impreciso, sino que tiene un propósito claro: reducir a personas a meras amenazas. Al equiparar a los migrantes con criminales o fuerzas hostiles, el discurso de ICE y de figuras políticas aliadas crea una distancia emocional que hace que sea más fácil para la opinión pública aceptar y tolerar la separación de familias, las condiciones inhumanas en los centros de detención y las deportaciones masivas.
"Cuando se utiliza un lenguaje que despoja a un ser humano de su dignidad, se allana el camino para tratarlo como un objeto o un problema que debe ser gestionado, y no como una persona con derechos fundamentales", explica la Dra. Elisa Velasco, socióloga especializada en movimientos migratorios. "La retórica no solo describe la realidad, sino que la moldea. Si se habla de una 'invasión', la respuesta lógica es la militarización de la frontera y la detención".
Esta narrativa se ve reforzada por la difusión selectiva de imágenes. Videos y comunicados de prensa de ICE a menudo muestran a agentes fuertemente armados deteniendo a migrantes con los rostros borrosos, en lo que parece una operación de seguridad de alto riesgo. Según el Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes (NIJC), esta representación es deliberada y busca alimentar el miedo y la xenofobia. La narrativa ignora por completo las historias detrás de los individuos: la huida de la violencia, la pobreza extrema o la persecución política. En cambio, los presenta como peligros anónimos para la seguridad nacional.
Además, mientras estudios económicos han demostrado repetidamente que los inmigrantes son un motor clave para la economía estadounidense y no aumentan significativamente las tasas de criminalidad, el discurso oficial se aferra a casos aislados para reforzar la idea de que la inmigración es una fuente de inestabilidad y crimen.
La consecuencia de esta campaña discursiva es tangible. Ha contribuido a un aumento en la violencia y el discurso de odio contra las comunidades de inmigrantes, al mismo tiempo que ha creado un clima en el que las políticas de mano dura son vistas no solo como necesarias, sino como la única opción viable. La deshumanización, por lo tanto, no es solo un efecto secundario del debate migratorio; es una estrategia activa que permite la implementación de políticas que, de otro modo, serían éticamente indefendibles. En lugar de ser una agencia que aplica la ley, ICE se convierte, en la percepción de sus críticos, en una agencia que construye la narrativa del miedo.
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