Geopolitics of football: on the globalization of the ball
Xavier Brito
Alvarado lx.brito@uta.edu.ec
Universidad Técnica de Ambato., Ecuador
Santiago Vayas
Castro gs.vayas@uta.edu.ec
Universidad Técnica de Ambato., Ecuador
Geopolítica del fútbol: sobre la
globalización del balón
ACADEMO, vol.
9, núm. 1, pp. 103-112, 2022
Universidad
Americana
DOI: https://doi.org/10.30545/academo.2022.ene-jun.10
Resumen:Si existe algún deporte global es
el fútbol, casi no hay espacio geográfico que escape a su práctica e
influencia. Impulsado por la Federación Internacional de Fútbol, jugadores,
industrias culturales y empresas multinacionales, lo han convertido en uno de
los fenómenos sociales más importantes para la humanidad; no solo en lo
deportivo, sino en lo político y económico. El presente artículo parte de una
revisión bibliográfica sobre el fútbol desde lo geopolítico y su objetivo es
reflexionar cómo este deporte forma parte de un campo de disputas sociales,
políticas y económicas internacionales contemporáneas. Hoy el fútbol no solo es
un deporte, es una herramienta política y económica que funciona como un soft
power. El siguiente trabajo parte de un recorrido histórico del fútbol
desde sus inicios en el siglo XIX, hasta el último mundial de fútbol en Rusia
2018 que es considerado como uno de los más políticos de la historia, y
prestado particular atención en una mirada geopolítica de este deporte.
Palabras
clave:Fútbol, Geopolítica, Economía, Globalización.
Abstract:If there is a global sport, it is soccer, there is
almost no geographical space that escapes its practice and influence. Promoted
by the International Football Federation, players, cultural industries and
multinational companies, they have made it one of the most important social
phenomena for humanity; not only in sports, but in politics and economics. This
article is based on a bibliographic review on football from a geopolitical
point of view and its objective is to reflect on how this sport is part of a
field of contemporary international social, political and economic disputes.
Today soccer is not only a sport, it is a political and economic tool that
works like a soft power. The following work is part of a historical journey of
football from its beginnings in the 19th century, to the last football World
Cup in Russia 2018, which is considered one of the most political in history,
and paid particular attention to a geopolitical look at this sport.
Keywords:Football, Geopolitics,
Economy, Globalization.
INTRODUCCIÓN
El fútbol, sin
duda, es el fenómeno deportivo más global. Sobre él se tejen una serie de
discursos políticos, económicos y mediáticos que lo han convertido en el
espectáculo más popular del mundo no solo desde el ámbito deportivo, sino
cultural, en el fútbol se mezclan sentimientos nacionalistas cuando juegan
países o ideológicos cuando es un partido entre clubes, incluso cuando una
selección nacional juega y en un punto de éxtasis deportivo la división de
clases sociales desaparece temporalmente. Esta conexión entre deporte,
política, economía y pueblo, en su sentido amplio, hace que el fútbol sea un
espacio ideal para el debate social y académico, debido a que es una potente
mercancía cultural, una fábrica de ventas de jugadores y souvenirs, así como
una herramienta de la política internacional convertido en un soft
power.
El propósito
de este artículo es abordar al fútbol por fuera de los márgenes del deporte y
ubicarlo como un escenario de tensiones geopolíticas, que en ciertas ocasiones
han reemplazado al diálogo internacional y en otras ha servido para “maquillar”
problemas dentro de los países.
El objetivo
propuesto en este trabajo es cartografiar desde varias miradas teóricas al
fútbol, con el fin de comprenderlo como el fenómeno cultural más global, y
quizás el más importante del mundo contemporáneo, y de esta forma buscar las
relaciones existentes con la geopolítica, la economía y la cultura. Antes de
abordar este tema se vuelve necesario puntualizar dos aspectos que, según
Pierre Bourdieu (1996), son inevitables para
comprender al deporte:
1) Es
necesario pensar el espacio de las prácticas deportivas como un sistema de
valores distintivos de cada cultura.
2) Es preciso
poner en relación los espacios deportivos y los espacios sociales donde se
expresan los deportes.
Por ello, y
siguiendo a Bourdieu (1983), la especificidad del campo
deportivo no es autónomo de las condiciones sociales y económicas presentes en
una sociedad, adquieren significativos cuando se localizan dentro de un
contexto histórico y social.
Para una
lectura más fácil y comprensible, este trabajo se encuentra organizado de la
siguiente manera; en primer lugar el abordaje de la historia del fútbol que
permite conectar con la globalización y su consolidación como un poder
mediático y político, en un segundo momento se ubica el poder político del
fútbol que trasciende el orden deportivo para situarlo como herramienta
geopolítica de ciertos regímenes, y finalmente concluir con los mundiales de
fútbol, que remplazan, en cierto modo, a los escenarios bélicos.
Una mirada histórica, sobre el fútbol
Eric Hobsbawm
junto a Terence Ranger (2002) argumentaron que las tradiciones
constituyeron uno de los elementos más importante en los procesos de
estabilidad de los llamados Pueblos sin Estado. Ubicando al fútbol y a los
deportes como un proceso de “invención” de los Estados modernos, que han funcionado
como una alteridad frente a las políticas tradicionales de conformación de los
Estado-nación.
Para Norbert
Elias y Eric Dunnig (1992) el deporte forma parte de la modernidad,
que funciona como un mecanismo de control social y uso político, nacido de las
normas de cortesía provenientes de las cortes europeas, llamado “buenas
maneras” destinado a intervenir los comportamientos agresivos de los sujetos.
Desde finales
del siglo XIX, el fútbol tiene un vínculo estrecho con el fortalecimiento de la
sociedad inglesa, a través de las escuelas públicas y de las universidades.
Esta visión
fue diluyéndose hasta convertir al fútbol en un entretenimiento destinado a los
obreros de las fábricas británicas, núcleo para su desarrollo, masificación y
empoderamiento global. Para el año de 1863, asegura Sergio Segurola (1999), el fútbol toma dimensiones
reglamentarias creándose sus 17 leyes fundantes, por parte de la internacional
Board, entre las más importantes: la dimensión de la cancha, de las porterías,
la función de los árbitros, estas leyes dieron paso a la institucionalidad en
1904 de la Fédération Internationale de Football Association, (FIFA), por
representantes de las siguientes instituciones: Unión Belga des Soecitas de
Sport, Dansk Boldspil Unión, Madrid Football Club, Unión des Soecitas Françoise
de Sport Athlétiques, (Nederlandsche Voetbal Bond, Svenska Bollspells
Förbundet, Asociación Suisse de Football, Deutscher Futbol-Bund.
Para Tamir Bar-On y Luis Escobedo (2019), la
creación de la FIFA hay que comprenderla desde una mirada geopolítica donde el
colonialismo europeo aún dominaba el panorama internacional. Históricamente,
este deporte puede ser encasillado como un discurso expansionista del poder
británico que, desde sus inicios, se desempeñó como una forma de control hacia
los colonizados y subalternos.
La expansión
global del fútbol fue llamada por Harold Perkin, citado por Dunning (2009), como el “Imperio Británico
informal”. Así desde el siglo XIX, el fútbol se extendió a toda velocidad y
conquistó rápidamente el mundo, “con una excepción: la India, con todas las
clases confundidas en su seno” (Bromberger, 1999, p. 112).
El fútbol como
fenómeno social se dio gracias a la expansión de los flujos de intercambio
(comercio y educación) y a la migración británica. Además, de “la participación
de países de fuera de Europa en la sociedad internacional se hizo patente
cuando los clubes británicos empezaron a visitar los países más importantes del
Imperio y América Latina” (Robertson, Giulianotti, 2006, p. 17).
El auge del
fútbol para Elias y Dunning (1992) se dio gracias a
que ofrecía una mayor autonomía individual y social a los colonizados y
marginados sociales en los territorios bajo dominación británica que, a
diferencia de otros deportes británicos, como el criquet y el rugby populares
en el Reino Unido, que fueron reservado para los ciudadanos de este país y sus
descendientes. En este sentido, el fútbol fue importante para crear élites
locales y desafiar la colonización europea, incluso ha sido “el instrumento de
los sectores dominantes criollo-mestizos para mantener y prolongar el
colonialismo interno” (Villena, 2016, p. 6).
Sin embargo,
los subalternos usaron al fútbol para resistir la dominación. Por ello, “el
fútbol debe así ser visto como una institución a través de la cual la
dominación no es solamente impuesta, sino también contestada; una institución
en la que el poder está constantemente en juego” (Messner, 1992, p. 33).
En América
Latina para Pablo Alabarces (2018), el fútbol tuvo como inicio
1884, cuando el escocés Alexander Watson Hutton fundó el Buenos Aires English
High School, donde se introdujo en los programas de educación la práctica de
este deporte. Adicionalmente, la inversión en la construcción de líneas
férreas, cuyo capital era británico, ayudaron a la masificación del fútbol.
Posteriormente,
es masificado en las clases pobres y medias y los clubes toman una identidad
territorial desde Buenos Aires hacia las otras provincias argentinas. Esta
historia puede ser asumida de forma similar, en gran parte de Sudamérica, los
intereses británicos propagaron el gusto por el fútbol, que:
[…] se transforma en una actividad total, quizás de las mayores que haya
existido a lo largo de la historia de la humanidad, abarcando no sólo el
espacio del trabajo, del ocio y el entretenimiento, sino también involucrado a
la economía, la política, cultura, la sociedad, la tecnología” (Carrión, 2014a, p. 94).
Globalización del fútbol
En 1974, el
brasileño Joao Havelange fue elegido presidente de la FIFA, la principal
característica de su administración fue la agresiva expansión y
mercantilización global de este deporte, junto a marcas comerciales, la
expansión fue más fácil, rápida y efectiva. De esta forma, “el fútbol es
realmente un fenómeno universal, mucho más que la democracia o la economía de
mercado” (Boniface, 2018, p. 5).
Roland Robertson y Richard Giulianotti (2006) argumentan
que el fútbol es un producto de la globalización en su última etapa, que
corresponde a la tercera fase de expansión.
Desde la década de 1870 hasta mediados de los años 1920, anuncian la
cristalización definitiva de los cuatro puntos de referencia básicos de la
globalización, que son los propios individuos, las sociedades nacionales
(Estados nación), el sistema mundial de naciones (relaciones internacionales) y
la humanidad” (Robertson y Giulianotti, 2006, p. 21).
En esta etapa
el fútbol y otros deportes pasaron a convertirse en sustitutos a los conflictos
armados.
La sociedad internacional del fútbol se estableció en el escenario de los
Estados-nación, por lo que las asociaciones nacionales debían registrar sus
clubes y jugadores y organizar encuentros internacionales con elementos
nacionales (como banderas, himnos, colores nacionales y la presencia pública de
cargos importantes” (Robertson y Giulianotti, 2006, p. 23).
Esta
globalización implica una mirada crítica a los sistemas políticos
internacionales, debido a la creación de un imaginario territorial y
nacionalista, tanto de las selecciones nacionales como ciertos equipos de
fútbol, que pueden reemplazar a los Estados como legitimadores de políticas de
identificación cultural, de esta forma:
Los procesos de globalización promueven una reconfiguración de las
relaciones entre identidades y territorialidades que se manifiestan en la
conformación de nuevas identidades sub, trans y supraestatales, lo cual tiene
su contraparte en la erosión del sentido cmún nacionalista con el que hasta el
más profano de los seres humanos –con las excepciones del caso, por supuesto–
percibía, valoraba y actuaba socialmente […] (Villena, 2002, p. 150).
Uno de los
efectos visibles de la globalización del fútbol es encontrar en las calles de
muchas ciudades del mundo indumentaria de equipos como: el Barcelona,
Manchester United, Juventus, Boca Juniors o River Plate. Por ello, los equipos
modernos funcionan como empresas multinacionales, convirtiendo al “fútbol en el
primer imperio auténticamente global y, a diferencia de otros, se ha ido
extendiendo por todo el planeta de manera pacífica y sin necesidad de
imponerse” (Boniface, 2018, p. 9).
La
globalización de la Champions League, la Copa Libertadores de América, la
Premier League Inglesa, la Liga Española o la Serie A italiana son el mejor
ejemplo de esta globalización, sus trasmisiones tienen alcance planetario. Aquí
no solo se mira fútbol, sino que las marcas empresariales se posesionan para un
mercado de millones de consumidores.
Otro ejemplo
de la globalización del fútbol es la Ley Bosman de 1995, Jean-Marc Bosman
exfutbolista belga, que acudió en 1995, ante el Tribunal de la Unión Europea en
Luxemburgo, quien dictaminó que era ilegal que los clubes cobraran por un
traspaso cuando el contrato había concluido. Para Sandra Gil (2002), esta ley permite que los jugadores
de países pertenecientes a la Unión Europea no ocupen la plaza de extranjero en
los clubes de este continente. Los jugadores que no pertenecen al espacio de la
Unión Europea necesitan de un permiso de trabajo. Esta ley masificó la
migración de futbolistas, incluso jugadores de otros continentes acudieron a
nacionalizarse de cualquier país de la Unión para jugar sin necesidad de ser
considerados como extranjeros.
El poder político del fútbol
No hay duda,
el fútbol constituye parte de la geopolítica contemporánea, que se ha extendido
a nivel global gracias a la FIFA, las empresas multinacionales y los medios de
comunicación, que utilizan a este deporte como parte de la política
internacional. Desde esta posición, se puede argumentar, por lo menos, tres
dimensiones políticas:
1. Ideológico:
funciona como una forma de crear imaginarios sociales de representación y
pertinencia social. La ideología hace referencia más a un equipo de fútbol que
a una selección nacional.
2. Militancia:
como si se tratase de un partido o grupo político, el fútbol crea discursos de
afinidad a un club, debido a que es “portador de un universo simbólico único,
bajo una idea común, que tiene dos modalidades: la irradiación de la filosofía
del club (centrífuga) o la recepción de una externa (centrípeta). La fidelidad
y creencia, como militancia, permiten reseñar el significado de la hinchada
como actor político (barras) y de la FIFA como ONG supranacional” (Carrión, 2014b, pp.30-31).
3. Propaganda:
convierte al fútbol en un espacio de marketing para promocionar marcas
comerciales, futbolistas y políticos, con sus ideas “aprendemos sobre la
cultura más amplia, la geopolítica, las relaciones internacionales, las artes,
la política, el marketing, la religión e incluso el sentido de la vida” (Bar-On, 2018, sp).
Relacionando
estas dimensiones, se puede conjugar la idea de que el fútbol es un articulador
de identidades locales e internacionales, que gracias a los discursos
mediáticos y políticos trascienden las clases, étnicas e incluso religiosas.
La penetración
del fútbol en las sociedades europeas fue tan fuerte que incluso los conflictos
armados no fueron impedimento para la expansión de este deporte, que fue
masificado ampliamente antes de la Segunda Guerra Mundial y había pasado de ser
un juego de aristócratas del siglo XIX, a una actividad que engloba gran parte
de la sociedad occidental.
Para Bromberger (1999) Benito Mussolini, Adolf
Hitler y Francisco Franco, aprovecharon la popularidad de este deporte para la
consolidación de sus intereses políticos. En el caso de Mussolini tomó control
de la organización del mundial de fútbol de 1934, celebrado en Italia y
coronándose su selección como campeona. Con ello, la popularidad de Mussolini
creció, y por primera vez el fútbol, se convirtió en una herramienta política.
Por su parte,
Hitler eliminó de la selección alemana a todo jugador que no compartía el
ideario cultural ario, incluso anexó Austria a Alemania y usurpó sus símbolos
nacionales, permitiendo que el fútbol saque provecho, lo que condujo a la
formación de una selección nacional alemana mucho más poderosa, gracias a los
austríacos. Oliver Hilmes (2017) sostiene que Hitler no
prestaba mucho interés por el fútbol, pero sí entendió que era muy importante
para el pueblo. Fue Josep Goebbels quien pudo llevar la política al fútbol
alemán para el provecho de los nazis.
En España, que
se encontraba en una Guerra Civil, Franco abiertamente apoyaba al Real Madrid y
con ello el ideario de una españolización de todo el territorio; en contra, de
manera particular, del nacionalismo catalán y vasco. “Franco financió
económicamente al Real Madrid para adquirir jugadores y crear un equipo
poderoso y conquistar Europa. En resumen, a lo largo del siglo XX, el fútbol
representó una importante plataforma para la demostración de nacionalismos
exacerbados” (Foer, 2005, p. 23).
Manuel Vázquez Montalbán sostenía que
“[…] el más pequeño responsable de un club pesa socialmente más que la más alta
autoridad, y su capacidad de movilizar a las masas es muy superior” (1999, p.
63). Por ello, el fútbol se ha convertido en uno de los temas principales de las
relaciones geopolíticas contemporáneas.
Sin duda, la
FIFA más que una institución deportiva es una multinacional que funciona en
doble vía, parece un Estado moderno que controla la política de sus miembros,
pero también opera bajo una lógica empresarial, controlando ingresos
millonarios, incluso tiene más poder político y económico que muchos países
soberanos.
Políticamente,
el fútbol es tan importante que son 211 federaciones (países) que pertenecen a
la FIFA y se agrupa en: Asian Football Confederation, (AFC), en Asia, la
Confédération Africaine de Football, (CAF) en África, la Confederación de
Fútbol en Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, (CONCACAF), la Confederación
Sudamericana de Fútbol, (CONMEBOL), en Sudamérica, la Union of European
Football Associations, (UEFA), en Europa y la Oceania Football Confederation,
(OFC) en Oceanía.
Política y
económicamente para los países parece que pertenecer a la FIFA es más
importante que ser miembro de la ONU, convirtiendo al fútbol en parte de un
reconocimiento internacional y con ello fomentar una identidad nacional y una
sociedad más desarrollada y estable.
Por ejemplo,
Palestina no es reconocida por la ONU, pero para la FIFA su selección nacional
de fútbol tiene plenos derechos y su voto vale igual que el de Israel. Otros
ejemplos, Hong Kong o Macao gozan de estatus especial dentro de China, por lo
que no están en la ONU, pero sí tienen presencia en la FIFA. Existen muchas
islas en el Pacífico Sur que pertenecen a la FIFA: las Islas Cook, Nueva
Caledonia, Samoa estadounidense y Tahití; en América tiene estatuto reconocido:
Anguilla, Aruba, Bermudas, Curazao, Islas Caimán, Islas Vírgenes Británicas,
Islas Vírgenes Estadounidenses y Montserrat. Reino Unido también es un caso
particular: para las Naciones Unidas es un solo país, mientras que en la FIFA
se divide en: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. La lista de
países que pertenecen a la ONU y no a la FIFA son siete: Islas Marshall,
Kiribati, Micronesia, Nauru, Palau, Mónaco y Tuvalu.
Los mundiales de fútbol, el reemplazo de los
escenarios bélicos
Cada cuatro
años se lleva a cabo el mundial de fútbol, el juego pasa a tener una
connotación internacional, es como una vuelta a las viejas guerras entre
naciones, sólo que el campo de batalla ahora son los estadios. El fútbol se ha
convertido en una continuación de la guerra política a escala global. “[…] el
mundial de fútbol se ha convertido en “la batalla más seria del mundo” (Boniface, 2018, p. 11).
Los mundiales
no sólo son un espacio de juego, sino que en la cancha y en las graderías se
pone en disputa la identidad y el orgullo de las naciones.
Las hinchadas se perciben a sí mismas como el único custodio de la
identidad; como el único actor que no produce ganancias económicas, pero que
produce ganancias simbólicas y pasionales; frente a la maximización del
beneficio monetario, las hinchadas sólo pueden proponer la defensa de su
beneficio de pasiones, de su producción de sentimientos puros (Alabarces, 2008,
p. 27).
En el contexto
de las relaciones internacionales, el fútbol se ha convertido en un prisma que
refleja las diversas controversias entre los Estados. Es así como este deporte,
y siguiendo a Joseph Samuel Nye, se ha convertido en un “soft-power”. Este tipo
de poder para Nye involucra coerción y uso de la fuerza para lograr
determinados objetivos que pretenden los actores internacionales. El
“soft-power” se constituye como un mecanismo de poder sin necesidad de la
coerción. Por tanto, “hace que otros deseen el mismo resultado, coopta a las
personas en vez de coaccionarlas” (Nye, 2004, p. 5).
De ahí que el
fútbol, entendido desde esta lógica, es una forma para manipular a los países
pobres para que apoyen o no las candidaturas de los países organizadores de
copas mundiales, el fútbol -como poder blando- se relaciona a la enorme
importancia que se le ha otorgado a la FIFA; que incluso va por encima de las
leyes internas de los países asociados y su poder ha conllevado que muchos
países que tienen graves conflictos ideológicos, económicos, políticos y
geográficos; por ejemplo, Estados Unidos, Irán o Corea del Norte se someten a
las mismas disposiciones que emana esta institución.
Este poder
blando puede lograr efectos muy parecidos al poder duro, es utilizado para la
extorsión y presión internacional. En este punto, el fútbol, y los deportes en
sí, como lo escribió George Orwell (1945) puede ser considerado como
“la guerra sin disparos”. Existen varios ejemplos sobre lo que puede ocasionar
el enfrentamiento extradeportivo. Las olimpiadas Moscú (1980), no participaron
Estados Unidos y varios de sus aliados occidentales. En una acción recíproca,
en las olimpiadas Los Ángeles (1984), la Unión Soviética no asistió, junto a
los países del Pacto de Varsovia.
Estos boicots,
aunque no generan conflictos armados, si utilizaron al deporte como estrategias
políticas para chantajear a países pobres que necesitan ayuda económica,
política o militar. Futbolísticamente, los boicots han estado presentes desde
el inicio de los campeonatos mundiales de fútbol. Así en el mundial de Italia
1934, la selección de Uruguay, primera campeona del mundo, en protesta por la
ausencia de este país en el campeonato de 1930 no asistió. En el mundial de
Francia 1938, Argentina y Uruguay no asistieron, las causas fueron el reclamo
porque Europa ya había sido sede en dos mundiales seguidos y existía un
compromiso para la realización de un mundial en Europa y el siguiente en
Sudamérica.
Para
Sergio Villena (2014) los campeonatos mundiales
se suspendieron por la Segunda Guerra Mundial, retornando en Brasil 1950. En la
Copa del Mundo Inglaterra 1966, 16 países africanos no participaron de las
eliminatorias en señal de protesta por el número reducido de plazas asignadas
por la FIFA, su cupo equivalía a 0,5 de los participantes, el éxito de este
boicot africano solo se pudo concretar en el mundial de España 1982.
Los mundiales
se han convertido en los nuevos “territorios” de luchas, donde los países
pequeños o pobres tiene su revancha histórica, las superpotencias militares,
tecnológicas y económicas no reinan, ni imponen sus decisiones así, Estados
Unidos, China y Rusia, muchas veces son espectadores, mientras Nigeria, Costa
de Marfil, Chile o Uruguay son protagonistas. Los mundiales de fútbol simbólica
e históricamente son la revancha de los colonizados sobre los colonizadores, y
una forma metafórica de conquistar las tierras europeas.
En el último
mundial de Rusia 2018 no sólo fue considerado como uno de los mejores de la
historia, como lo ha mencionado el artículo periodístico de Duncan Alexander en
la cadena inglesa de noticias BBC (2018) sino que detrás se llevó a cabo un
enfrentamiento geopolítico entre Rusia y Estados Unidos. Para Moscú este evento
no sólo fue deportivo, sino que fue la oportunidad para maquillar algunas
imágenes negativas del Gobierno de Vladimir Putin, especialmente las denuncias
sobre la violación de derechos humanos, la promulgación de la ley contra los
derechos de los homosexuales, los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014 (Sochi,
Rusia), donde la delegación rusa fue acusada de dopaje, según el Informe
McLaren, de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), y la anexión de Crimea, que
estaba localizado en territorio ucraniano.
Estas acciones
conllevaron a una serie de sanciones económicas y políticas contra Rusia que en
su mayoría provenían, y lo siguen siendo, de Estados Unidos. De ahí que, para
este país, la realización de la Copa Mundial de Fútbol se convirtió en un
asunto de Estado, muy diferente a otros mundiales, dado que ponía en juego su
poder blando (soft power) a escala mundial. En este sentido, Boniface argumenta
“que se quiere mostrar al mundo que Rusia no es ese país repulsivo que nos
describen, que la gente puede ser bien acogida, que hay infraestructuras de
primer nivel” (2018). Para ello se debía mostrar la cara moderna y amigable de
Rusia, por tal razón los juegos se realizaron en la Rusia Occidental,
facilitando la movilidad de turistas, además de ser la parte cristiana y
cercano a Occidente.
Economía global del balón
No cabe duda
de que el fútbol ha cambiado, los clubes no solo constituyen una parte del
patrimonio cultural y sentimental de ciudades, y las selecciones no solo
representan imaginarios colectivos de identidades nacionales, más allá de esta
mirada, detrás del fútbol los intereses financieros han sido los que han movido
este juego. Al igual que la economía global, el fútbol ha tenido crisis,
especialmente los clubes se han visto obligados a restructurarse y asemejarse a
empresas multinacionales para sobrellevar la crisis, vendiendo sus activos,
cambiando de dueños e incluso romper tradiciones de no auspicios en sus
indumentarias.
Este deporte
no sólo se juega en los estadios, también se lo hace en el terreno económico,
incluso, aquellos países sin tradición futbolística han encontrado una manera
para ganar dinero, como es el caso de los países árabes y del sudeste asiático
que, en una vuelta de torque, comenzaron a colonizar el fútbol europeo como
dueños o accionistas de equipos. Como lo menciona Dorsey (2017) Mansour bin Zayed bin
Sultan Al Nahyan es accionista del Manchester City, Peter Lim compró el
Valencia de España, Chen Yansheng RCD Espanyol, Nasser Al- Khelaifi, Paris
Saint Germain, Steven Zhang, Inter de Milán, reconfigurando el mapa global del fútbol.
Esta mirada
económica y política del fútbol tiene su punto de inicio en el mundial de 2010
realizado en Sudáfrica y posteriormente Brasil 2014 y Rusia 2018, países que
conforman el bloque económico BRICS, y al que se incluye Qatar 2022. De esta
manera, el fútbol ha disimulado una democratización en la elección de las sedes
de los mundiales, pero ante todo las imposiciones políticas y económicas han
imperado. En el caso de Qatar “la ambición del emirato en materia de fútbol es
manifiestamente global, utilizando los efectos del Mundial como un arma
de soft power para consagrar su influencia planetaria y dopar
su economía” (Boniface, 2018, p. 11).
En este
contexto, Qatar ha dejado de ser una nación que depende del petróleo y hoy es
uno de los inversores más importantes en occidente, concentrándose en los
núcleos duros de las economías capitalistas como: la tecnología, el comercio,
los sistemas financieros y por supuesto el fútbol. En este contexto:
Catar está tratando de convertir el fútbol en parte de su identidad
nacional. Tienen un enfoque estratégico, no es sólo cuestión de reputación,
sino parte de su estrategia de seguridad y defensa. Todo lo que hace Qatar
parece marketing. Y lo es, aunque no en el sentido comercial, sino en término
de reputación, de soft power. Para ellos la diplomacia ya no es del Ministerio
de Relaciones Exteriores, sino una expresión cultural. Y el fútbol es una forma
de llegar a toda una comunidad a la que, como Estado, nunca llegarías (Dorsey, 2017, p. 3).
Por medio del
Fondo Qatar Sports Investments (QSI), ha conquistado el mundo deportivo de
Europa. Así tenemos que el jefe del Estado Emir Tamim Bin Hamad Al Thani, junto
a Nasser Al Khelaif, compraron el equipo París Saint Germain (PSG) en 2012,
invirtiendo más de mil millones de euros. Gilles Dumas argumenta que:
Con el fichaje de Neymar, los cataríes del PSG pretenden demostrar que su
proyecto deportivo sigue más vivo que nunca y que no les falta poder
financiero, a pesar de la crisis que se vive por la decisión de Arabia Saudita
(2017, p. 2).
Esto a pesar
de que los sauditas declararon un boicot a Qatar por presunto financiamiento o
refugio de organizaciones terroristas. Por ello:
Para Qatar, el PSG es una inversión de Estado, una cuestión de prestigio,
su mejor ventana al mundo. Les da igual lo que cueste. Para ellos, gastarse 222
millones de dólares con Neymar es igual que cuando Francisco I, rey de Francia,
se apoderó de Leonardo Da Vinci para una exposición en el siglo XV” (Dumas, 2017, p. 3).
DISCUSIÓN
El éxito del
fútbol es su simplicidad como práctica deportiva, un balón y un pequeño espacio
físico es suficiente; y como espectáculo mediático entretiene a las masas. El
fútbol no sólo es el deporte más popular del mundo por el número de
aficionados, sino que representa uno de los negocios más lucrativos y
poderosos, sus dirigentes tienen tanto poder como el presidente de cualquier
potencia mundial.
El
colonialismo “institucional” se mantiene y está en constante crecimiento. El
epicentro comercial, deportivo y político se encuentra en Europa, donde se
crean y difunden las políticas sobre el fútbol, incluso futbolistas
sudamericanos y africanos son, en su mayoría, la “fuerza de trabajo”. Sin
embargo, el dominio financiero poco a poco se va traspasando a los empresarios
petroleros (árabes y rusos) y los tecnológicos (chinos).
Este escenario
convierte al fútbol en un importante núcleo de investigación social que puede
ser abarcado desde dimensiones histórica, cultural, económica y política, y de
manera particular sobre los procesos de globalización. Por tanto, este deporte
ofrece miradas diversas para entender las dinámicas sociales contemporáneas.
Los
futbolistas no sólo alcanzan niveles de superestrellas, sobre sus imágenes se
levantan idearios de santidad, de identidad y unión nacional, por ello son
figuras que, en muchos casos, representan personajes a los cuales hay que
emular.
Este deporte
es un campo pedagógico que permite entender y practicar las reglas sociales,
además ofrece una mirada positiva sobre el esfuerzo y el sentido colectivo para
el orden social.
La enorme
influencia económica de la FIFA está determinada por el monopolio que ejerce el
fútbol, su poder es tal que rompe con la lógica capitalista contra de los
monopolios. Organiza, vende los derechos televisivos, negocia
independientemente con las multinacionales, es una institución que se gobierna
para sí, al menos en lo financiero.
Sin duda, el
fútbol se ha convertido en la nueva política internacional, la FIFA es tan
importante como pocas instituciones de alcance global y además de ser
determinante en la economía global, de esta manera, pocos son los países que
han cuestionado de forma directa la política el accionar de esta institución.
Su poder va más allá de los Estados, sus leyes son casi intocables por la
justicia interna. Pero su poder real es el simbólico, que es capaz de opacar
los principales debates internacionales, lo importante es que el balón ruede.
Desde una
mirada de la economía, por lo menos hay dos motivos, por los que el fútbol
tiene interés geopolítico. El primero es que sobre él se pueden observar los
diversos comportamientos de los mercados. Mientras que, en el segundo, las
diversas políticas e incentivos que ofrecen los Estados para la divulgación del
fútbol, casi monopolizando su práctica. De esta forma, el fútbol es quizás lo
más universal que hemos tenido como civilización humana, mucho más global que
la democracia y la guerra.
Sin duda, este
deporte ha traspasado las líneas deportivas y se ha instaurado como un fenómeno
político y económico, y aquí radica múltiples miradas para la investigación en
Ciencias Sociales. Así tenemos, que desde la sociología puede ser abordado como
un constante escenario de luchas simbólicas, la antropología como un deporte
donde se despliega ritualidades diversas que evocan rivalidades locales,
nacionales y mundiales, desde la comunicación los imaginarios que se produce
alrededor de la fiesta del fútbol; y de las relaciones internacionales como
este deporte se ha convertido en una herramienta de presión internacional, que
socaba a la política del diálogo.
CONCLUSIONES
El fútbol cada
vez, y de manera recurrente, pierde el sentido de competencia deportiva para
instaurase como un asunto mercantil y geopolítico, en este primer punto, es más
importante las ganancias económicas de los clubes y de la televisión que del
aspecto lúdico, instaurándose una especie de dictatura de las ganancias
monetarias, en lo referente a la política es un asunto público de los Estados
que lo necesitan para seducir a la población y controlar a la población con
discursos efímeros de felicidad.
Por ello, el
fútbol se ha convertido en un espejo de las sociedades, donde se observa
diversas pulsiones, la exaltación al nacionalismo más complejo, y la
consolidación del capitalismo voraz por parte de las elites económicas, sin
embargo, también es, de los pocos, espacios de apropiación de las clases
populares.
Por último, ya
no se puede seguir sosteniendo que el fútbol es solo una mercancía nociva para
el pueblo, como un elemento enajenador, destinada a la explotación y miseria de
la gente y de los jugadores, esta mirada reduccionista impide entenderlo como
un fenómeno global donde millones de personas, ricas o pobres son seducidas y
atrapadas por la sencillez del juego, pero la profundidad política.
CONTRIBUCIÓN
DE LOS AUTORES
Todos los
autores han contribuido de forma activa en todos los procesos de elaboración
del manuscrito.
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Notas de autor
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