Hola queridos lectores,
Como sucede con algunos presidentes, tanto de Chile como de otros países, Gabriel Boric tiene una inmejorable imagen internacional. En otras palabras, se le quiere fuera de Chile –como se quería a Michelle Bachelet, por ejemplo–, por sobre lo que marcan las encuestas internas (aunque en estas últimas semanas, como contamos en EL PAÍS, Boric y su Gobierno están pasando por una buena racha, superando el 30% de apoyo en las encuestas que lo apoya en las buenas y en las malas). Desde que asumió en marzo de 2022, tenía todo para alcanzar la popularidad fuera de las fronteras: llegó a La Moneda con 36 años recién cumplidos, progresista, renovador de la izquierda chilena y, encima, con elementos que llamaban la atención para un presidente, como los tatuajes y el gusto por no llevar corbata. Una novedad para el clásico Chile.
En los dos años en el poder, sin embargo, ha consolidado su imagen externa sobre todo por distanciarse de gobiernos como los de Venezuela y Nicaragua, marcando una diferencia con la clásica izquierda latinoamericana. Foro donde va, Boric condena las violaciones a los derechos humanos (aunque con menos fuerza a Cuba, hay que decirlo).
Lo hemos contado esta semana en EL PAIS: Boric no solo ha subido el tono con sus adversarios políticos obvios, como Javier Milei, el presidente argentino, al que advirtió públicamente que debía sacar unos paneles solares instalados en Tierra del Fuego en territorio chileno. “O los sacamos ellos o los sacamos nosotros”. Además, a través de su ministra del Interior, Carolina Tohá, nuevamente plantó cara al Gobierno de Venezuela. El número dos del chavismo, Diosdado Cabello, dijo que el presidente chileno era “un bobo”, luego de que el mandatario señalara que las instituciones de Venezuela “están claramente deterioradas”. La ministra Tohá le contestó: “Me da tristeza por los venezolanos”.
A comienzos de mes, en tanto, en el marco de su gira a Europa, en Alemana defendió su postura sobre el conflicto en Medio Oriente y calificó de “genocidio” lo que ocurre en Gaza. Este asunto coincide con la postura histórica de Boric, que desde su época de diputado se ha mostrado crítico a Israel. Es el primer presidente desde el retorno a la democracia en 1990 que no ha recibido a la comunidad judía desde que asumió. Esta semana, de hecho, la periodista Patricia Politzer –judía, de izquierda– nos concedió una entrevista muy comentada donde asegura: “Me preocupa la falta de empatía del presidente Boric con la comunidad judía. No calibra nuestro miedo”. |