Un nuevo estudio cuestiona qué sistema de gobierno es más efectivo para impulsar el progreso sin dañar el planeta, con resultados que desafían las expectativas.
Desde la crisis climática hasta la desigualdad social, el mundo se enfrenta a problemas de desarrollo que requieren decisiones a largo plazo. Pero, ¿quién lo hace mejor: los países gobernados por democracias (sistemas abiertos y lentos) o por autocracias (sistemas centralizados y rápidos)?
Un reciente estudio de los investigadores Leonel Prieto, Arman Canatay y Muhammad R. Amin, publicado en la revista Sustainable Development, aborda directamente este complejo dilema. Analizando si el tipo de régimen político influye en el desarrollo sostenible, los hallazgos sugieren que la respuesta no es tan simple como se podría esperar.
El Mito de la Eficiencia Autocrática
Durante mucho tiempo, existió la creencia de que los regímenes autocráticos podrían ser más efectivos para impulsar proyectos de desarrollo a gran escala. La lógica es simple: sin tener que negociar con oposición, parlamentos o protestas públicas, un líder fuerte puede tomar decisiones rápidas e implementar grandes infraestructuras o reformas ambientales de manera expedita.
Sin embargo, el estudio matiza esta visión. Si bien las autocracias pueden tener ráfagas de crecimiento impresionantes, a menudo carecen de la rendición de cuentas y la transparencia necesarias para garantizar que ese desarrollo sea verdaderamente sostenible y equitativo a largo plazo.
La Ventaja (Silenciosa) de la Democracia
Los sistemas democráticos, aunque a menudo son percibidos como lentos y plagados de desacuerdos, muestran una ventaja crucial en la promoción del desarrollo sostenible.
La investigación sugiere que las democracias, al fomentar la participación ciudadana, la libertad de prensa y la protección legal de las minorías, construyen sistemas de gobernanza más resistentes y con mayor capacidad para adaptarse a los cambios.
Rendición de Cuentas: En las democracias, los votantes y los medios pueden exigir responsabilidades por políticas que dañen el medio ambiente o que aumenten la desigualdad, lo que incentiva mejores prácticas.
Innovación y Adaptación: La apertura de la sociedad facilita la entrada de nuevas ideas y tecnologías necesarias para la sostenibilidad.
Legitimidad: Las políticas de desarrollo adoptadas mediante el consenso y el debate suelen tener mayor legitimidad y son más fáciles de mantener en el tiempo.
Conclusión: La Calidad es la Clave
El principal hallazgo del estudio apunta a que el factor decisivo no es solo el tipo de régimen (democracia o autocracia), sino la calidad de la gobernanza que ejerce. Un país con instituciones fuertes, baja corrupción y respeto por el estado de derecho tendrá un mejor historial de desarrollo sostenible, independientemente de la etiqueta política.
No obstante, el estudio concluye que las democracias estables y maduras tienen una mayor propensión estructural a favorecer el desarrollo sostenible a largo plazo, ya que sus mecanismos de control y participación minimizan el riesgo de políticas destructivas o decisiones egoístas. En el debate sobre el futuro del planeta, este análisis ofrece una poderosa razón para invertir en la fortaleza y la resiliencia de las instituciones democráticas.
Fuente:https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/sd.70228
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