Esta es la newsletter de Madrid. La escribimos un grupo de redactores de EL PAÍS que cada día ponemos a prueba por la vía empírica la máxima De Madrid al Cielo. La enviamos de lunes a jueves a las seis de la tarde, y los viernes, dedicada a propuestas de cultura para el finde, a mediodía. Si no estás suscrito y te ha llegado por otro lado, puedes apuntarte aquí.
Un mismo martes de diciembre, el alcalde de Madrid defendió la libertad de fumar en las terrazas y la tala de un centenar de árboles. A 7.614 kilómetros de ahí, los que unen los árboles de Arganzuela con Dubai, unos 200 países clausuraban la Cumbre del Clima convocada para intentar hacer un mundo menos contaminado. A la misma hora que las delegaciones buscaban un acuerdo de mínimos, el viejo parque de Madrid se parecía a las propuestas de China e India en sus aportaciones para el acuerdo final.
Para la construcción de la línea 11 del metro, los técnicos de la Comunidad de Madrid señalaron que la esquina del parque junto a la calle Yeserías era la mejor opción. Con el ruido de las motosierras, esa zona se llenó de activistas que se encadenaron a los árboles y de expertos que señalaron que había mejores opciones que esa para construir la línea de metro que discurre junto al río.
Los árboles derribados, los primeros de los 500 previstos, eran principalmente de la especie plátano, del griego Platanus, en referencia al ancho de sus hojas, señala la web del Ayuntamiento. La misma web dice que es el árbol más abundante en la ciudad (50.000 ejemplares, el 20% del arbolado de la ciudad).
A favor del plátano, dice que “toleran muy bien la contaminación, son de hoja muy grande y ofrecen una refrescante sombra a las calles en los calurosos días de verano”. En contra del árbol, señala que causa muchas alergias y que la caída de las hojas es un problema de limpieza en otoño porque “son responsables de numerosos resbalones”.
La tala de árboles no se limitó a Arganzuela. La semana anterior, la plaza de las Comendadoras, en la zona de Conde Duque, también se quedó sin árboles. Los troncos de 25 centímetros de diámetro fueron sustituidos por famélicos palos que, si siguen el ritmo de crecimiento de los anteriores, darán sombra en 2050. La explicación oficial es que estaban dañados desde el paso de Filomena, hace más de tres años.
La decisión se basó en el criterio del Servicio de evaluación y revisión de zonas verdes (Server), la oficina del Ayuntamiento encargada de subir o baja el pulgar sobre cada ejemplar. A primeros de noviembre, una joven de 23 años falleció en Alonso Martínez cuando un gigantesco árbol se le cayó encima debido al viento. Ni siquiera una decena de vecinos juntos pudo mover las ramas que mataron a la joven. Solo seis meses antes, el 28 de mayo, el árbol caído había sido revisado por esa oficina del Ayuntamiento sin que detectara defecto alguno. El Server clasificó el árbol como “ejemplar sano” que no necesitaba ser cortado.
Al centenar de activistas que se concentraron en Arganzuela, incluidos los principales partidos de la oposición, Almeida les respondió: “Supongo que aquellos que se quieren encadenar a los árboles en la ampliación de la línea 11, a continuación, cogerán las cadenas y se irán a la estación de Atocha y se encadenarán también a los árboles que se van a talar como consecuencia de esas obras del Gobierno”.
Los árboles talados habían llegado al parque de la Arganzuela seis años antes de que Almeida, de 48 de edad, hubiera nacido. El alcalde que en 1969 inauguró el parque, Carlos Arias, puso en marcha también obras tan diversas como la M-30 o develó la estatua del Oso y el Madroño en la Puerta el Sol. Junto al Manzanares, inauguró la zona arbolada de Arganzuela con la que la ciudad se abría al desarrollismo en los barrios del sur y en el centro de esta colocó el Obelisco de la Fuente Castellana, llamado así porque estuvo antes en la glorieta de Emilio Castelar.
Almeida todavía estaba en la cuna, tenía siete meses de edad, cuando el alcalde que puso esos árboles pasó a la historia por una frase más famosa que sus inauguraciones: “Españoles, Franco ha muerto”. Manuela Carmena le quito el nombre al parque en 2016 y Almeida le quita ahora los árboles. |