¡Buenos días!
“El fútbol es un espejo de las sociedades, pero al modo de los espejos cóncavos y convexos de las ferias que distorsionan un tanto la realidad. La virtudes y defectos de las sociedades cristalizan ahí y no dependen del fútbol, sino de las sociedades que rodean los estadios”. Es posible que no exista un resumen más claro que el de Juan Villoro para explicar lo que ocurrió en la final de la Copa América.
Las palabras del escritor mexicano, dichas en una conversación con el periodista Alejandro Pino en 2022 en Bogotá, resuenan con fuerza hoy cuando en Colombia se mezclan varios sentimientos: la tristeza por haber perdido la final de la Copa América, el agradecimiento a los futbolistas por la que se considera el logro más importante de los últimos años y la vergüenza por los hinchas colados, los incidentes al ingreso y el escándalo de Ramón Jesurun, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.
Lo primero es el agradecimiento a una selección que, como se contó en este especial de Copa América, ilusionó a la hinchada y, a pesar de la derrota final, no la defraudó. Tal como lo dijo el técnico de la Selección, Néstor Lorenzo, “perdimos, pero no lo siento como una derrota, es algo raro, Siento que los muchachos salieron victoriosos de todo el torneo”, dijo el heredero de Pékerman que, en palabras de Santiago Torrado, reconcilió a Colombia con su selección y dejó a James Rodríguez como el mejor jugador de la Copa.
El resto, que se ha convertido en carne de meme y vergüenza es el reflejo de la sociedad: un país, Estados Unidos que poco conoce de las pasiones y dinámicas del fútbol y organizó la final como si fuera un concierto más, según las múltiples críticas que han llovido y van desde problemas del césped, la mezcla de hinchadas, el espectáculo musical del medio hasta los evidentes problemas del domingo en la final.
Y eso, sumado a un grupo de hinchas- tanto colombianos como argentinos-, que apelaron a la máxima de “el vivo vive del bobo” y decidieron colarse aprovechando los problemas de filtros de seguridad, mostró la peor cara. Esto, claro ya ha pasado antes y no solo en América Latina, pero sin duda empañó el comienzo del juego.
Faltaba, sin embargo, el escándalo protagonizado por Ramón Jesurun que retrata las lógicas del poder en el fútbol. El dirigente se vio envuelto en una pelea intentando acceder con toda su familia a la zona de premiación. La televisión mostró a su hijo lanzando puñetazos a una oficial de seguridad mientras dos niños intentaban detenerlo. Violencia y caos que llevaron a Jesurun y a su hijo Ramón Jamil a ser arrestados por “agresión corporal a un oficial de seguridad”. El hijo, según se escuchó en la audiencia, “agarró a la víctima por el cuello, la tiró al suelo, le dio un puñetazo y una patada en la cabeza”.
La respuesta de Jesurun padre al ser liberado y el comunicado de la Federación terminaron por cerrar la indignación: “Esta credencial dice acceso total. Un guardia de seguridad quiso hacerse el importante”, dijo aunque el resto de sus familiares al parecer no tenía ese acceso; mientras el boletín de la FCF justificó sus actos como “una maniobra paternal e instintiva de protección a su hijo y a su familia”. Jesurun lidera la FCF desde 2016 y ha resultado salpicado por acusaciones de cartelización en la venta de boletas de la selección Colombia.
La ironía y la tristeza de que la imagen del directivo de la Federación, de traje naranja ante la juez, se imponga al trabajo de los jugadores que, como escribió Nicolás Samper en esta tribuna, se destacó por su buen juego, valentía y temperamento. |
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