Y el debate abrió la caja de Pandora. El cara a cara celebrado el pasado jueves entre Joe Biden y Donald Trump provocó en la carrera hacia las elecciones del 5 de noviembre un tsunami de consecuencias aún inciertas. La desastrosa actuación del presidente de Estados Unidos, que sufrió lapsus y se mostró vacilante, movilizó a un sector del Partido Demócrata y avivó el debate sobre su continuidad como candidato.
El reclamo ya existía, pero hasta ahora había permanecido soterrado o envuelto por un halo de tabú. Esto es, Biden, que empezaría su segundo mandato en enero con 82 años, no puede seguir. Se lo piden ya abiertamente algunas voces entre los demócratas, incluido el veterano congresista Lloyd Doggett, y varios columnistas de cabeceras como The New York Times, The Atlantic o The New Yorker. El Times plasmó su posición en un editorial: "Ha sido un presidente admirable [...] Pero el mayor servicio público que Biden puede hacer ahora mismo es anunciar que no seguirá postulándose para la reelección”. Estados Unidos, América, el mundo entero está en vilo por él.
El mandatario admitió en el primer mitin tras el debate que su desempeño había sido malo. Sin embargo, defendió su capacidad física y mental. “Sé que no soy un hombre joven, por decir algo obvio. Ya no camino con tanta soltura como antes. Ya no hablo tan fluidamente como antes. No debato tan bien como antes. Pero sé lo que sé: sé decir la verdad, sé distinguir el bien del mal, sé cómo hacer este trabajo, sé cómo hacer las cosas. Y sé lo que millones de americanos saben: cuando te derriban, te levantas", enfatizó. La estrategia de apostar por un perfil de hombre honesto frente a las heridas profundas que dejó Trump funcionaría quizá en una disputa política tradicional. Pero estas elecciones tienen otra dimensión. El magnate republicano pretende volver a la Casa Blanca y en el primer cara a cara desenfundó toda su artillería habitual, de la inmigración al aborto, repleta de mentiras aunque atractiva para extensos sectores de la población.
Trump, de 78 años, recibió además otras buenas noticias esta semana. El Supremo le concedió, a través de una sentencia aprobada por la mayoría conservadora, amplia inmunidad por sus actos como presidente y enseguida sus abogados lograron aplazar el fallo sobre el caso Stormy Daniels. Con todo, Biden ha hecho oídos sordos, atribuye sus errores a una mala noche, al cansancio por un resfriado, y quiere continuar la campaña, que le expondría a otro debate el próximo 10 de septiembre. Ayer se reunió con gobernadores y congresistas demócratas para tratar de disipar el pánico que cunde en el partido. Fue horas después de que The New York Times asegurara que el presidente está sopesando retirarse y del fulminante desmentido de la Casa Blanca.
Las alternativas no estarían, en cualquier caso, claras. Y eso es parte del problema. Entre los posibles sustitutos se cuentan la vicepresidenta, Kamala Harris; los gobernadores de California, Pensilvania, Illinois y Míchigan, Gavin Newsom, Josh Shapiro, JB Pritzker y Gretchen Whitmer, respectivamente; y también asoma la hipótesis de la ex primera dama Michelle Obama. La última vez que un candidato demócrata se apartó de la carrera fue en 1968, cuando Lyndon B. Johnson dio un paso atrás y fue reemplazado por Hubert Humphrey, elegido en la convención que, como sucederá este años, se celebró en Chicago. El candidato se estrelló frente a Richard Nixon. Una maldición para los demócratas.
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