Esta es la newsletter de Madrid. La escribimos un grupo de redactores de EL PAÍS que cada día ponemos a prueba por la vía empírica la máxima De Madrid al Cielo. La enviamos de lunes a jueves a las seis de la tarde, y los viernes, dedicada a propuestas de cultura para el finde, a mediodía. Si no estás suscrito y te ha llegado por otro lado, puedes apuntarte aquí.
Madrid no tiene playa, pero nada en la abundancia de agua. Sus 13 embalses han comenzado este mes de abril al 88,5% de su capacidad y cuatro de ellos, qué crimen visto desde el este o el sur del país, están desembalsando agua porque no pueden con más.
Mis hijos, como buenos madrileños, opinan que el agua de Madrid es la más mejor del mundo, como diría un andaluz. En Semana Santa tuvimos la suerte de poder pasar unos días fuera, en Roma, y ya les avisé de que llevaría sus botellas de plástico, ya que el agua de la capital italiana es tan buena como la de Madrid y la ciudad no solo está plagada de fuentes, a diferencia de la capital, sino que, además, funcionan, también a diferencia de la capital.
"Tras analizar todas las conclusiones, concluimos que el agua de Madrid es mejor", sentenciaron mis cachorros entre risas. Efectivamente, sabe mejor, o tal vez solo sea porque estamos acostumbrados a ella. Pero lo del agua de Madrid es solo uno de los grandes mitos madrileños. Un estudio de la OCU colocó a cuatro ciudades, Burgos, Vigo, San Sebastián y Las Palmas, por delante de la capital en términos de calidad del agua potable.
Lo que les llamó mucho la atención es que las fuentes están echando agua las 24 horas del día, un flujo constante que da dolor de corazón. "Mamá, esta fuente está rota, no tiene grifo ni botón y no deja de tirar agua", me dijo el nene, alarmado, en el primer rellenado de la botella. "No está rota, es que es así", añadió la nena.
Nuestro corresponsal en Roma, Íñigo Domínguez, me aclara que esto ocurre desde la época de los romanos, que "llenaron la ciudad de fuentes gracias a los acueductos (que siguen funcionando) desde las montañas y lagos de los alrededores". "Y eso que ha quitado muchas de las nasoni, las que hay en las esquinas y que se llaman así (naso es nariz) por la forma del tubo", añade. No hay grifos porque se considera más higiénico que el agua fluya y porque en los ochenta pusieron unos pocos y los robaron o destrozaron. Para nuestra tranquilidad, el desperdicio de agua parece ser muy bajo: solo un 1%.
Para alguien como yo, que ha sufrido restricciones de agua en los ochenta y los noventa, esta imagen es cuasi pornográfica. No hay nada peor que estar a más de 40 grados y no poderte duchar de ocho de la mañana a ocho de la tarde, no hay nada peor que lavarte a plazos con cubos de agua que colonizan toda tu casa. Madrid, según me he enterado hoy, jamás ha estado en fase dos por sequía severa, que implica cortes de agua. Sí que ha pasado por dos alertas uno, en 2005 y en 1992, que suponen la prohibición del baldeo de calles, la limitación del riego de parques y jardines públicos a entre las 21.00 y las 9.00 horas, y el veto al llenado de piscinas y al uso de fuentes ornamentales o aparatos de refrigeración sin sistemas de recuperación de agua o circuito cerrado.
Pero antes de antes, antes del Estado autonómico y de la invención de estos códigos, en diciembre de 1964, Madrid llegó a padecer 13 horas al día de restricciones. "El suministro no comenzaba hasta las 6.30 y a partir de las cinco de la tarde, los grifos se cerraban y no salía de ellos ni una gota", cuenta Abc. Por favor, madrileños, sigamos cerrando el grifo y cuidando el agua, porque este año les tocará a otros enfrentarse a un verano penoso, pero cualquier otro, aunque nos parezca imposible, le puede tocar a Madrid.
|