Buenos días.
O simplemente “días”, si lee esto desde Argentina, donde esta semana somos un 50% más pobres.
El presidente Javier Milei ha encendido la famosa motosierra con la que prometió ajustar las cuentas de una economía en crisis y subió el valor oficial del dólar de 400 a 800 pesos. La devaluación, anunciada por su ministro de Economía en un mensaje grabado el martes por la tarde, vino en un paquete de medidas: se acabó la obra pública y la publicidad oficial en los medios de comunicación, no se renovará el contrato de los empleados públicos que lleven menos de un año trabajando, se reducirán “al mínimo” las transferencias del Estado central a las provincias, y desde febrero subirán los precios –muy subsidiados en Buenos Aires– de la luz, el agua, el gas y el transporte.
“Estamos frente a la peor herencia de nuestra historia”, dijo el ministro Luis Caputo en un vídeo que el país esperó durante todo el martes mientras el Gobierno decidía volver a filmarlo justo a la hora que tenía anunciado difundirlo. “Si seguimos como estamos, vamos en camino de una hiperinflación”, auguró el ministro, que espera recortar unos 20.000 de dólares del gasto público, el 5% del PIB. Caputo parecía ansioso, paseando la mirada por todas partes para evitar la cámara, y en la calle, ante el pánico, se impuso el humor. En un almacén del barrio de Balvanera, en el centro de Buenos Aires, la discusión posterior no fue sobre a cuánto estaría el precio de los fideos tras el anuncio, sino sobre cómo era posible que, habiendo hecho tantas tomas del vídeo, la que el Gobierno terminó transmitiendo fuese la mejor.
Hay cierta coincidencia entre economistas –y entre la gente en general– de que el ajuste es necesario. Al fin y al cabo, Milei lo propuso en campaña y lo terminó votando el 55% de la población. Pero hay que ver cuánto aguanta la calle.
La inflación de noviembre, anunciada este miércoles, fue del 12,8%, y llevó la interanual al 160%. La cifra no toma en cuenta los ajustes anunciados y el aumento constante de los precios tras la victoria de Milei: el combustible ha aumentado esta semana un 35%, los supermercados han empezado a subir los precios hasta un 40% tras el fin del congelamiento de la canasta básica del Gobierno peronista, y el kilo de carne ya cuesta unos 8.400 pesos, casi el doble de hace una semana. Son unos 10 dólares, y tal vez usted pensara “bueno, lo normal”, pero el salario mínimo en Argentina quedó el martes en 165 dólares oficiales. El Gobierno ha dicho que las medidas anunciadas son “el telón de fondo de lo que está por venir”, y espera que la inflación, en su perspectiva más optimista, rodee el 30% mensual a principios de 2024.
Se lee cierto malestar en las redes sociales de Javier Milei, que prácticamente no se ha dejado ver desde que asumió la presidencia. “Prometiste que el ajuste lo pagaba la ‘casta’, no el pueblo”; “esperamos las medidas contra los políticos, al menos un gesto”; o “confiamos en vos, no nos defraudes”, le escriben sus votantes. Muchos más le prometen lealtad ante la batalla. El presidente, mientras tanto, viaja todas las mañanas en una camioneta con vidrios polarizados del hotel donde vive desde agosto hasta el palacio de Gobierno en el centro de Buenos Aires. Su única intervención pública desde su asunción del domingo fue el mismo martes, durante las celebraciones de Jánuca de la comunidad judía argentina.
“Después de tantos años de oscuridad y ocultismo, va a salir la luz. Vamos a hacer una revolución moral”, dijo el presidente, ataviado con una kipá, horas después de que su ministro anunciara los primeros chispazos de la motosierra. Milei no hizo referencia al ajuste, y se despidió citando una frase del Antiguo Testamento que se convirtió en un eslogan de su campaña. “La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo”, dijo. “¡Sabemos que las fuerzas del cielo van a apoyar a Argentina en este momento!”. En sus manos estamos.
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