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Una morera centenaria se alza expectante en el paseo de la Dirección de Tetuán. Los almendros, higueras, fresnos y olivos con los que cohabitaba han desaparecido en el transcurso de las décadas y los planes urbanísticos, pero este ejemplar permanece en pie, nadie sabe muy bien cómo, testigo privilegiado del paso de los años.
La morera centenaria procuraba a los más pequeños hojas para la cría de gusanos de seda. Era un lugar de encuentro entre casas bajas, donde se solventaban disputas, se declaraban amores y se confesaban secretos. A veces, al caer la tarde, la morera agitaba violentamente sus ramas para avisar a los vecinos de un inminente temporal. Símbolo de la vida en común, tal vez los historiadores lo considerarían un árbol de junta contemporáneo.
El caso es que este ejemplar no consta en los catálogos de árboles singulares, lo que dificulta su protección. Esto inquieta a vecinos y expertos, pues levantar la vista hacia los rascacielos del entorno basta para considerar su existencia como un milagro que se debe mantener. La morera centenaria ha resistido a sucesivas reformas del paseo, la última finalizada tras la pandemia, pero la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo (EMS) la ha sentenciado a muerte, algo que ni siquiera el temporal Filomena había logrado.
En esa misma parcela se levantarán unos pisos de alquiler barato, de esos que tanta falta hacen en Madrid. Dos vecinas del barrio, Marian y Marisa, llegaron a impedir la tala plantándose frente a las máquinas del Ayuntamiento. Querían que el árbol se integrase en la nueva promoción de viviendas, y citaron varios proyectos arquitectónicos que sirven como ejemplo. Puede diseñarse un patio que lo acoja, defendieron, y su propuesta tuvo ecos en la Junta del Distrito, que ha indultado al árbol hasta en dos ocasiones.
La última declaración de la junta sucedió hace escasas dos semanas, pero la EMVS todavía no se ha pronunciado al respecto. Ellos tienen la última palabra. Una obra de esa envergadura tendrá muchos frentes abiertos, así que los gerifaltes de la empresa municipal quizá tiendan a minimizar el problema, incluso mintiendo, si hace falta. Sus técnicos llegaron a defender que el ejemplar era un ailanto, y que como especie invasora debía arrancarse sin contemplaciones.
La abrumadora evidencia científica, señalada en un peritaje municipal, los llevó a rectificar. Esgrimieron entonces que la tala era por el bien común, en beneficio de quienes necesitan un piso de protección. En esa huida hacia delante, un vocal del PP en la junta se atrevió a dar lecciones de vida: “Tenemos que despedirnos muchas veces, de personas, de mascotas y, a veces, incluso de árboles”. No cabe duda: las raíces de la morera son más fuertes que estos argumentos. |
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