Euskadi vive inmersa en la campaña de sus elecciones más reñidas y relevantes políticamente en más de una década… Y nadie lo diría, vista la falta de pulso no solo en las calles, sino en los mensajes de unos candidatos tan nuevos como desconocidos incluso entre sus electorados (el 25% de los votantes peneuvistas, por ejemplo, no conocen a Imanol Pradales, según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER. Y es a quien previsiblemente van a votar el día 21 para que sea el sexto lehendakari tras la aprobación del Estatuto de Gernika). En esa apatía han influido sin duda dos acontecimientos ajenos a la política: decenas de miles de vascos llevan días mucho más pendientes del Athletic, su triunfo y sus celebraciones —que vivirán el hoy el día más grande en 40 años en las márgenes de la Ría— que de cualquier otra cosa. Junto a ello, el fallecimiento del exlehendakari José Antonio Ardanza ha supuesto una conmoción y un parón en los mítines. Pero existe otro factor posiblemente más relevante: Euskadi se ha vuelto (afortunadamente) aburrida.
Como Javier Cercas (“en la vida pública, aspiro a un aburrimiento escandinavo”), Sergio del Molino (“una política aburrida no es un ideal malo, pues la política solo es divertida cuando pintan bastos en la vida”) o mi colega Jorge Marirrodriga (“lo aburridas que [son] las democracias que funcionan”), aprecio en la democracia y sus ritos todo lo que huya de lo provocador o disruptivo. Quienes tenemos una (avanzada o no tanto) edad recordamos campañas electorales vascas de duras pugnas esencialistas sobre la nación de unos y otros. Y, sobre todo, recordamos campañas teñidas de sangre por el terrorismo etarra, mítines con más escoltas que candidatos, miedo, tristeza y dolor. Entre 1977 y 2008, ETA actuó en 24 campañas electorales. Cometió 77 asesinatos en 283 atentados registrados en los 30 días previos a las votaciones. (Debo ambos datos a Florencio Domínguez, uno de los mayores expertos en la historia de la banda y director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria).
ETA puso fin a medio siglo de infamia el 20 de octubre de 2011 y se disolvió definitivamente el 4 de mayo de 2018. Sin su yugo, Euskadi pudo comenzar un camino, no exento de crisis y dificultades, y al que todavía le queda mucho recorrido… hacia el aburrimiento. Y, como los ciudadanos de otras democracias sin excitaciones, los vascos se preocupan por su sanidad, su educación, su seguridad, sus pensiones, la marcha de sus instituciones… El PNV ha gobernado Euskadi los últimos 43 años, salvo el trienio (2009-2012) con el socialista Patxi López como lehendakari. En las democracias aburridas el poder suele desgastar a quien lo ejerce mucho tiempo, y los peneuvistas temen por vez primera ser derrotados en votos por una izquierda abertzale, que, como decíamos en un editorial en noviembre tras el anuncio de que ni Iñigo Urkullu ni Arnaldo Otegi serían candidatos en unos comicios entonces sin fecha, ha ido ganando tras el fin de ETA “respaldo entre sectores que antes no la apoyaban en una sociedad vasca —especialmente en sus capas más jóvenes— para la que la violencia forma ya parte del pasado. Bildu ha hecho claros esfuerzos por ampliar el abanico de sus políticas y presentarse como un partido progresista e independentista más”.
Todas las encuestas repiten el escenario de un enfrentamiento entre las dos formaciones nacionalistas hasta la misma línea de meta. La última conocida, la que ayer difundió el CIS, da por primera vez la victoria a EH Bildu por un estrecho margen, lo que no implica que su candidato, Pello Otxandiano, pueda llegar a Ajuria Enea. La politóloga Eva Silván habla en una tribuna muy reciente de un cambio en Euskadi tras el final de ETA y el impacto de la crisis económica, dos hechos que han contribuido a esas expectativas de la coalición abertzale. “La metamorfosis de la sociedad vasca es real; habrá que ver si es traumática para los intereses del PNV”, recalca en Euskadi y su metamorfosis.
“Euskadi vive una normalidad, desconocida durante décadas, que contrasta con el crispado debate nacional —con el protagonismo de la corrupción y la amnistía— cuyo agravamiento beneficiaría aún más a las opciones nacionalistas vascas que, además, juegan en territorio propicio en los comicios autonómicos”, opina Luis Rodríguez Aizpeolea, quien recuerda el papel clave que puede desempeñar el PSE “por su previsible papel de bisagra, como tercera fuerza, que garantizará, si suma mayoría con el PNV, la estabilidad del Gobierno vasco”. Puede leer aquí su análisis: Unas elecciones singulares y alejadas del ruido nacional.
Sea quien sea, al futuro lehendakari el escritor vizcaíno Kirmen Uribe le pide que “no se conforme con llevar una buena gestión. Que sueñe, sí, que proponga ideas, que se mueva, que escuche a cuidadoras, jubilados, parados, científicos, limpiadoras, ingenieros, estudiantes, migrantes, labradores, fruteros, cooperantes, trans. A todos”. Esos deseos figuran en su Utilidad de la niebla.
Una sociedad aburrida no es ni puede ser una sociedad desmemoriada. El recuerdo y la dignidad de todas las víctimas del terrorismo debe estar siempre presente, y la izquierda abertzale, pese a sus gestos y avances, tiene aún pendiente hacer “una clara autocrítica de su pasada complicidad política con ETA”, como recalcábamos la semana pasada en el editorial Nuevos tiempos en Euskadi. Y quienes acabaron con el futuro de tantos no pueden acabar ganando el relato del pasado.
Esperamos no aburrirle con esta selección de las lecturas de Opinión de la semana. |
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