Toda la información sobre Madrid, de la mano de los reporteros de local ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏
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virginia López Enano | | Dos cantantes interpretan un aria de ópera en el restaurante La castafiore. / LISBETH GONZÁLEZ | | | |
Esta es la newsletter de Madrid. La escribimos un grupo de redactores de EL PAÍS que cada día ponemos a prueba por la vía empírica la máxima De Madrid al Cielo. La enviamos de lunes a jueves a las seis de la tarde, y los viernes, dedicada a propuestas de cultura para el finde, a mediodía. Si no estás suscrito y te ha llegado por otro lado, puedes apuntarte aquí.
Si un paseante despistado entra en La Castafiore, se encontrará con una barra nada más entrar y un pasillo que lleva directo a un salón comedor. Si el sitio le convence y decide sentarse a cenar, el visitante no notará nada fuera de lo común más allá de un piano plantado en medio del local. Un camarero le tomará nota de la bebida y de la comida. Le servirá pan, después el entrante y, quizás cuando esté llevándose a la boca el tenedor para dar el primer bocado, el mismo camarero que le ha atendido saldrá de la cocina directo al piano y se arrancará a cantar un aria de ópera.
Cuando esto ocurre se para todo. No hay más pedidos, nadie sale de la cocina mientras se canta. Se detiene el tiempo incluso para los comensales, que se olvidan de comer para prestar atención a lo que pasa en el centro del local. Porque no es solo que se cante ópera o zarzuela. Puede que el cantante acabe sentado en tu mesa o que acabes tú cantando con él. “Aquí cada día es distinto. Todo puede pasar”, advierte Paca Fernández de Pedro. Ella y su marido, Borja Soto, fundaron este restaurante hace 28 años. “El primer sitio fue un local de ordenadores que convertimos en restaurante. Lo abrimos en una semana. Estuvimos siete años allí, en la calle Barquillo, y después nos mudamos aquí [Marqués de Monasterio, 5]”, cuenta Fernández.
La idea surgió porque a ambos les apasiona la música y aseguran con orgullo que fueron el primer restaurante de Europa en tener a artistas entre sus camareros. "En realidad, son cantantes infiltrados de camareros”, matiza Fernández. Cuenta que trabajan con unos 20 artistas y que cada noche actúan unos tres o cuatro, depende de las voces y del repertorio que elijan para la velada. Y, entre los cantantes, hay de todo, algunos que están todavía formándose y otros que cuentan ya con una trayectoria profesional que compaginan con el restaurante. “Recuerdo una ocasión en la que coincidió que Plácido Domingo estaba en el Teatro Real con la zarzuela Luisa Fernanda y justo dos de los tenores de uno de los repartos cantaban también aquí”. | | | | | | |
| | Carlos Guttenberger canta en La Castafiore . / LISBETH GONZÁLEZ | | | |
Carlos Guttenberger es de los que compaginan su carrera con La Castafiore. De pronto le surgen giras y actuaciones, pero siempre vuelve porque su relación con el restaurante viene de lejos: empezó cuando apenas tenía 13 años. “Fue mi madre la que me descubrió el sitio. Acababa de cantar en el musical Los Miserables y me sentía un poco huérfano. Un día mi madre vio el restaurante en la tele y me dijo: ahí te voy a llevar”, recuerda. Los fundadores cuentan que el pequeño Guttenberger se ponía a cantar o a ayudar en lo que hiciera falta. Lo llamaban el becario. Hoy es el encargado de hacer la audición a aquellos que quieran entrar.
¿Y qué cualidades debe tener un aspirante a empleado de este particular restaurante? “El que quiera venir tiene que saber cantar, pero no es lo más importante. Lo que se necesita es tener amor por estar rodeado de gente. El cantante de escenario aquí no se suele encontrar cómodo porque interactúas con la gente, ves las caras que ponen. Yo recuerdo, por ejemplo, que una vez estaba cantando Rossini y vi a un señor que interactuaba mucho conmigo. Acabé sentado en sus rodillas y resultó ser el embajador de no sé donde”, relata Guttenberger.
La magia de lo imprevisible es lo que seduce a este cantante. Y lo que echa de menos en sus giras por el mundo. Hace un tiempo estuvo en Estados Unidos cantando Don Giovanni. La primera semana, dice, lo pasó bien, pero a la tercera ya estaba deseando volver. “Aquí es divertidísimo, cada día es diferente. Si me das a elegir entre escenario y La Castafiore, elijo el restaurante, sin duda. Lo disfruto más”. | | | | | | |
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| | Eugenio Merino expone una figura que representa el cuerpo de Lorca en la galería Memoria. / CLAUDIO ÁLVAREZ | | | |
Excavar un agujero en medio de una galería no es algo demasiado habitual. Sepultar en ese hoyo una escultura de Federico García Lorca con su pelo peinado hacia atrás y su traje gris bien planchado, cubrirla con un cristal y dejar que el público la pisotee, tampoco. Pero esa es la gracia de las propuestas de Eugenio Merino (Madrid, 48 años), conocido por sus figuras hiperrealistas de silicona y poliuretano como la de Franco metido en una nevera que causó furor en la edición de 2012 de la feria Arco.
Por eso, su exposición en la galería Memoria de Carabanchel, en Madrid (abierta hasta el 11 de mayo), ni siquiera se despliega en el tradicional cubo blanco. El espacio, una antigua nave industrial medio en obras, medio desconchada, huele a pintura y a grava y no exhibe absolutamente ningún otro objeto aparte de ese foso en mitad de la sala. Ante esa visión de lo que nunca se ha visto, pero existe y sigue sin desenterrarse, este jueves 11 de abril, a las 19:30, el actor Alberto San Juan realizará una lectura de textos del poeta para devolverle la voz y sacarle de ese extraño duermevela en el que parece instalado. Lo cuenta aquí Silvia Hernando. | | | | | | |
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