Esta es la newsletter de Madrid. La escribimos un grupo de redactores de EL PAÍS que cada día ponemos a prueba por la vía empírica la máxima De Madrid al Cielo. La enviamos de lunes a jueves a las seis de la tarde, y los viernes, dedicada a propuestas de cultura para el finde, a mediodía. Si no estás suscrito y te ha llegado por otro lado, puedes apuntarte aquí.
Una reunión de una comunidad de vecinos puede ser una buena muestra de la sociedad y, también, del escalón generacional. No es que crea que he descubierto una realidad oculta, esto ya lo vieron los creadores de Aquí no hay quien viva y La que se avecina. Un bloque de pisos es un lugar en el que confluyen muchas realidades, y no necesariamente complementarias entre sí, pero en el que están condenadas a entenderse. Y todo eso se materializa en LA REUNIÓN, donde la administradora de la finca es una especie de árbitra de paz.
Por un lado, están los jóvenes, entiéndase por jóvenes los que han cumplido o rozan los 40, la única edad realista a la que es posible comprar una casa si no tienes un apellido compuesto o te subiste a la primera ola de influencers. Esa es la única manera de ser propietario antes de los 25. Esos jóvenes de 40 años, anteriormente conocida como mediana edad, que acaban de ver cómo su cuenta se ha quedado a cero y les quedan por delante 30 años de hipoteca, son los que acuden a cada una de estas citas con el corazón en un puño, preparados para sudar con la sola mención de la palabra "derrama", los que no quieren oír hablar de presupuestos en mucho tiempo.
Reconozco sin tapujos que yo me despedí de la administradora en la última reunión con un "por favor, vamos a apurar el máximo antes de meternos en la próxima obra". Sonaba a que como el recibo de la comunidad aumentara lo más mínimo en los próximos meses, corría riesgo de desahucio. Espero que se haya quedado con esa sensación.
También encontramos a la propietaria que no reside en el bloque y tiene el piso alquilado. La que ve el devenir del que un día fue su hogar desde la barrera, pero no quiere dejar de cumplir con su responsabilidad ciudadana y acude puntualmente a la cita, aliada de los jóvenes a la hora de luchar contra nuevos gastos. Total, si ella no vive allí, ¿para qué quiere esa doble puerta de acceso en el portal? Ni que este barrio fuera en Bronx.
Entre los participantes también están los conciliadores. Los que proponen votaciones para llegar a acuerdos, los que le dan la razón a uno y a otro dependiendo de con quien coincidan en el ascensor. Ojo, con la mejor de las voluntades. Serían una pieza fundamental en un gobierno de coalición.
Y por último, la aristocracia gobernante. Ellos pagaron su piso hace muchos años, han convertido su presidencia en un puesto casi vitalicio y son los que se siguen sabiendo el nombre y apellido de los habitantes de cada planta. Son como el Abel Caballero de la comunidad, todo el mundo los vota porque nadie tiene tanta energía como para intentar arrebatarles el cargo. Eso sí, si un día intentan llenar el bloque de miles de luces de Navidad, daré un golpe de estado. |
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