Esta es la newsletter de Madrid. La escribimos un grupo de redactores de EL PAÍS que cada día ponemos a prueba por la vía empírica la máxima De Madrid al Cielo. La enviamos de lunes a jueves a las seis de la tarde, y los viernes, dedicada a propuestas de cultura para el finde, a mediodía. Si no estás suscrito y te ha llegado por otro lado, puedes apuntarte aquí.
Un día iba por la calle en Zaragoza con mi sobrino de cinco años cuando vimos unas baldosas mal colocadas y a él le sorprendió muchísimo. Yo le conté que un día, hace muchos años, las campanas del Pilar habían tocado tan fuerte que habían generado una ola en el Ebro y se había producido un terremoto de baldosas. A él le pareció una explicación totalmente convincente, así que días después, cuando íbamos andando por una calle de La Latina y vio unas baldosas movidas, las señaló y dijo con una lógica aplastante: “Aquí también ha habido un terremoto de baldosas”. Por suerte, también había una iglesia con campana cerca, así que mi explicación seguía teniendo sentido. “Claro, allí está la campana que provocó el terremoto”, contesté yo.
La verdad es que descubrir la ciudad a través del mundo de fantasía de un niño es bastante mejor que hacerlo como un adulto que ha empezado a ver todo gris. Es indiscutiblemente más amable pensar que se ha producido un terremoto de baldosas, a asumir que el peatón tiene que pasar, en determinados barrios de Madrid, por aceras ínfimas en las que además hay desperfectos que se perpetúan hasta el infinito.
En el parque al que vamos normalmente después del colegio hay un árbol que si pudiera hablar, pediría vacaciones. Mientras unos lo aprovechan para trepar y colgarse como si fueran koalas, otros se acomodan entre sus raíces y explican, convencidos, que es su casa. Pero el otro día, una compañera del cole se puso a jugar con mi sobrino a rascar sus ramas con palos para ver si encontraban la lotería. No traté de entenderlo de una forma racional, para ellos estaba clarísimo, así que simplemente los animé a que buscaran y les pedí que me avisaran si la encontraban. También he entendido que cuando dos coches están aparcados morro contra morro es que están hablando. Y que cuando sale el sol es que está "ensoleciendo".
También hay un huerto urbano, una esquinita superviviente en un parque en el que acaban de talar 28 árboles por unas obra a la que nadie acaba de ver su utilidad. Los peques de eso no se dan cuenta. A mi sobrino simplemente le encantaba ver las excavadoras y punto. Los niños de la clase de mi sobri se organizaron la semana pasada para hacer una especie de fiesta egipcia en ese huerto, porque en este trimestre se han dedicado a conocer esa civilización. Estaba la momia (cualquiera), Nefertiti y Anubis.
Nunca pensé que sabría tanto de Ramsés II como he aprendido este año gracias a la presentación que le encargaron a cada alumno en clase. Quiero compartir parte de este conocimiento. El gran enemigo de Ramsés fue el pueblo de los Hititas. Cuando mi sobrino tuvo que aprender su exposición era incapaz de decir enemigo, porque es un concepto que no entra en su mundo. En lugar de eso, decía “eneamigos”. Eso sí que tiene sentido. Un mundo con terremotos de baldosas y sin enemigos. |
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