En el Lower East Side de Nueva York, no muy lejos del ajetreo y el bullicio, hay una tienda especializada en cromos antiguos. Al entrar y hurgar entre sobres encerados y metalizados de los Gremlins, Power Rangers y los Chicago Bulls —todos acompañados aún por sus intactos chicles de hace décadas—, apilado en una esquina encuentro otro montón de cromos que desentona con el tono jovial de la tienda. Con una brillante cubierta azul que destaca unas siniestras ilustraciones de un soldado armado hasta los dientes y un avión de combate, el nombre
Coalition for Peace (Coalición por la Paz) debería cambiarse por Purple Heart (Corazón púrpura).
Cuando comenzaron a circular en 1991, estos cromos eran los coleccionables semi-oficiales de la operación
Tormenta del Desierto que intentaban hacer que la Primera Guerra del Golfo pareciera «guay». Niños y adolescentes del autoproclamado mejor país del mundo intercambiaban cromos que mostraban
el poder del misil Tomahawk al
obliterar edificios iraquíes y kuwaitíes. Además, había mazos completos de armas, pistolas, tanques y buques de guerra. Dejando a un lado las máquinas de guerra, algunas de las caras de los cromos se convirtieron también en objetos de colección. Algunos afortunados encontraron cartas de Saddam Hussein con mirada traviesa, mientras que otros se hicieron con las del comandante en jefe, nada menos que el mismísimo George H. W. Bush. Pero fueron los cromos de soldados camuflados y decididos, listos para la acción y denominados "la columna vertebral de toda la operación", los que arrojaron una interesante clave lingüística sobre estos coleccionables: en la imaginación estadounidense, la Guerra del Golfo sigue considerándose como la invasión más madura y sensata de la historia reciente del país. Lo inédito fue el uso de terminología médica por parte del gobierno y los medios para describirla: "ataques quirúrgicos", "bombas de precisión", "ataques aéreos precisos y devastadores". A diferencia de los errores de guerras anteriores, esta guerra adoptó un lenguaje de sanación para ocultar las heridas infligidas, que mataron a miles y desplazaron a muchos más. Para reforzar la narrativa de la superioridad tecnológica, se distribuyeron otras imágenes de la guerra. Esta vez no eran desde la perspectiva humana de un fotógrafo de guerra sobre el terreno, sino imágenes captadas desde el cielo mediante en una cámara montada sobre una bomba. Descendiendo sobre sus víctimas, la
Smart Bomb Vision (visión de bomba inteligente) se instaló en los misiles para mejorar su puntería. O al menos eso decía la versión oficial. En realidad, el general Norman Schwarzkopf, que comandó la invasión, reunió a la prensa para mostrarles las grabaciones de estos dispositivos. El general Charles Horner, presente en la presentación, admitió que la gente "casi se mareaba al verlas".
....
Leer el artículo completo aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario