Es evidente que empezar guerras es mucho más difícil que acabarlas. Basta cualquier excusa para disparar la... ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ | | | | Miércoles 14 de mayo de 2025 | | | | | El arte de (acabar) la guerra | | Es evidente que empezar guerras es mucho más difícil que acabarlas. Basta cualquier excusa para disparar la primera bala. Y si no existe ni siquiera una cogida con pinzas, como el atentado terrorista que India ha imputado a Pakistán para justificar el bombardeo de su territorio, pues se inventa. El ejemplo más reciente es el de la Operación Militar Especial de Vladímir Putin, que creó la imagen de una Ucrania llena de nazis dirigida por un dictador para defender su intento de tomar el poder del país, algo que continúa haciendo con aliados tan democráticos como Corea del Norte o Irán. | | Poner punto final a una contienda, sin embargo, es siempre mucho más complicado. Ahí están varias guerras abiertas desde hace más de 70 años, como la que enfrenta a las dos Coreas o la que explota esporádicamente entre israelíes y palestinos. India y Pakistán tampoco han cerrado las disputas territoriales con las que nacieron, y todo apunta a que el último chispazo entre estas dos potencias nucleares volverá a cerrarse en falso. Hasta el siguiente. | | | En chancletas, los maoístas de Nepal lograron derrocar al rey. Zigor Aldama | Esta semana es el turno de Moscú y Kiev, que mañana tratarán de encontrar en Estambul una fórmula para poner fin a la invasión. Lo difícil es que resulte digna para ambos bandos. Que se puede lograr es algo que se ha demostrado en muchas ocasiones. La última ha sido esta misma semana, con la disolución del PKK kurdo, que pone fin así a cuatro décadas de lucha armada contra Turquía. | | Por eso, hoy centro la atención en tres conflictos asiáticos que he conocido de primera mano y que han tenido finales muy diferentes: | | -
Nepal, cuando la revolución tiene éxito -
Sri Lanka, el genocidio como solución -
Myanmar, la esperanza que se convierte en espejismo | | Nepal, cuando la revolución tiene éxito | | En 1996, el Partido Comunista de Nepal declaró la guerra a la monarquía del pequeño país del Himalaya. Los maoístas, la mayoría campesinos desarrapados de las zonas más remotas del reino, iniciaron un conflicto civil, de esos a los que se les puede colgar la etiqueta de 'olvidados', que duró una década y dejó en torno a 16.000 muertos. La primera vez que tuve contacto con los rebeldes, en 2002, fue durante una emboscada que tendieron al ejército nepalí en las inmediaciones de donde nos escontrábamos. En aquel entonces, una victoria de los insurgentes parecía remota. | | En 2006 regresé para seguir a guerrilleros maoístas en sus quehaceres diarios. Habían avanzado sustancialmente sobre el terreno y era evidente que contaban con el favor del pueblo, harto de una monarquía corrupta (otra más) cuyos escándalos dejaban en nada a los de la británica. No en vano, en 2001 miembros de la familia real protagonizaron una masacre en palacio que dejó nueve muertos, incluido el entonces rey Birendra. La investigación señaló al príncipe Dipendra como culpable, pero se pegó un tiro en la cabeza y falleció tres días después de su coronación, una ceremonia que se celebró con él en coma. En cualquier caso, siempre hubo la sospecha de que Gyanendra, quien finalmente se sentó en el trono, estuvo detrás del tiroteo. Y era un hombre odiado incluso entre los monárquicos. | | | No ha llovido desde 2006. Zigor Aldama | Precisamente, en 2006 los rebeldes maoístas llegaron al valle de Katmandú, que alberga la capital. Decretaron también una huelga general que fue la antesala de un rápido proceso de diálogo con el Gobierno. Los maoístas dejaron de ser considerados terroristas y las negociaciones desembocaron en el acuerdo de paz entre el primer ministro y el líder maoísta Prachanda, que llegaría a dirigir el país años después. Gyanendra quedó en una especie de limbo. Uno de sus asesores incluso me pidió que no le retratase con el símbolo de la corona detrás porque sabía que le quedaba poco tiempo a la institución. Un año después, el borrador de la nueva Constitución puso fecha al fin de la monarquía y el 28 de mayo de 2008 Nepal se convirtió en república. | | | Guerrilleros con carné. Zigor Aldama | Este caso es un buen ejemplo de cómo una guerra puede concluir sin un grave episodio de violencia (los últimos meses no fueron especialmente sangrientos) y de cómo un país puede llevar a cabo un exitoso proceso de reconciliación que fortalece la democracia para cerrar heridas del pasado y avanzar hacia el futuro con más confianza. | | | Sri Lanka, el genocidio como solución | | No muy lejos de Nepal, todavía en el subcontinente indio, otra guerra civil concluyó en la primera década de este siglo. Pero lo hizo de forma diametralmente opuesta: con una operación militar que barrió a los rebeldes tamiles que habían controlado el tercio norte de la isla durante 25 años, en los que incluso crearon un gobierno paralelo. La ofensiva final del ejército fue algo muy similar a un genocidio, ya que, en poco más de un año, dejó en torno a 40.000 muertos que elevaron a más de 100.000 el total de fallecidos en la guerra civil. | | | Una mujer tamil muestra la fotografía de sus familiares asesinados en 2009. Zigor Aldama | El éxito del gobierno -de mayoría cingalesa y budista- en mayo de 2009 convirtió a los tamiles -hinduístas- en ciudadanos de segunda categoría, a quienes confiscó tierras y propiedades. Visité la región cuando se volvió a permitir el acceso de periodistas y las víctimas civiles no dejaron lugar a dudas sobre el horror que vivieron: fue una apabullante victoria militar que podría servir de hoja de ruta para la estrategia de Benjamin Netanyahu en Gaza. | | Lógicamente, poner fin a una guerra de esta manera solo se puede lograr si se cumplen dos condiciones: que una de las partes disfrute de una abrumadora superioridad militar sobre la otra, y que, además, no tenga ningún respeto por los derechos humanos o las convenciones sobre la guerra. El entonces primer ministro, Mahinda Rajapaksa, un macho alfa de pro, cumplía ambas. Y, como buen líder populista, se propuso lograr la paz a bombazos. Eso sí, lo hizo sin permitir el acceso de los medios de comunicación y construyendo una narrativa mucho más conveniente. | | | Agujeros de bala en edificios destrozados. Zigor Aldama | Gunaratnam Sabaratnam fue uno de los civiles que entrevisté cerca de dónde se produjeron los últimos combates. Los soldados asesinaron a siete de sus familiares en mayo de 2009, y su relato contradice la ficción oficial: «Nos atacaron con artillería pesada cuando nos dirigíamos a una boda en la 'zona segura' -una demarcación creada por el Gobierno, teóricamente para salvaguardar la vida de civiles- de Kilinochchi -la ciudad que había servido de capital para los tigres tamiles-. En la zona que bombardearon no había ningún guerrillero, ni siquiera combates. El Ejército buscaba matar a civiles». Él perdió las dos piernas. | | El caso de Sri Lanka es un buen ejemplo del dicho 'el fin justifica los medios'. Desafortunadamente para el país, aunque la paz trajo una bonanza económica de la que se han beneficiado muchos cingaleses, la corrupción endémica de sus dirigentes ha provocado que continúe sumido en la pobreza y sin solucionar ninguno de sus graves problemas estructurales. | | | Myanmar, la esperanza que se convierte en espejismo | | Birmania fue otro de esos países, como India y Pakistán, que nada más lograr la independencia del imperio británico se sumió en el caos. Y es fácil entender por qué: pocas cosas puede haber más complicadas que gestionar un Estado compuesto por 134 etnias diferentes. La salida más fácil fue el autoritarismo, y así ha sido gobernada Myanmar -denominación oficial actual- durante la mayor parte de su existencia. Muchos de esos grupos étnicos, frustrados por la incumplida promesa de una gran autonomía para las diferentes regiones, crearon guerrillas para combatir al gobierno. En 2013, tuve ocasión de asistir a una reunión que me pareció surrealista, porque se organizaba bajo el nombre 'Convención de Grupos Étnicos Armados'. Se reunieron una veintena, pero la unidad que esperaban lograr no se materializó. | | | El Ejército Karen de Liberación Nacional, uno de los muchos grupos étnicos armados de Myanmar. Zigor Aldama | Curiosamente, con el arranque de la segunda década de este siglo, un inesperado rayo de esperanza alumbró el país. El Ejército había modificado la Constitución un par de años antes para facilitar un proceso de democratización -reservándose, eso sí, suficientes escaños como para vetar decisiones de calado- y parecía que, después de masacres como las de 1988 y 2007, la paz y la democracia podrían llegar sin pegar un solo tiro. | | Las primeras elecciones libres se celebraron en 2015 y las ganó la Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Kyi, una 'dama' que había permanecido bajo arresto domiciliario durante muchos años. La transición democrática estuvo acompañada ese mismo año por la paz étnica. En octubre de 2015 se firmó un Acuerdo Nacional de Alto el Fuego. Según la Unión Europea, «este hecho marcó un hito y demostró la firme voluntad política de abordar las antiguas reivindicaciones mediante el diálogo y la cooperación, en lugar de la violencia». | | | Los reclutas del Ejército Kachin parecen poca cosa, pero están logrando victorias importantes. Zigor Aldama | El país vivió un 'boom' económico sin precedentes y parecía que todo iba más o menos viento en popa -si se obvia la expulsión de un millón de musulmanes de la etnia rohingya- hasta que el 1 de febrero de 2021 el ejército dio un nuevo golpe de Estado y echó a perder todo lo que se había avanzado. Desde entonces, el país ha vuelto a sumirse en una espiral de violencia. | | Pero esa decisión parece haber marcado un punto de inflexión: los grupos étnicos armados han logrado la unidad que nunca antes habían conseguido, a ellos se les ha sumado un gobierno de la etnia mayoritaria en el exilio que cuenta con su propio ejército, y los rebeldes están aprendiendo de las técnicas ucranianas para avanzar a pesar de que son David contra Goliat. | | Su esperanza es acabar como hizo Nepal, mientras el gobierno quiere hacerlo como en Sri Lanka. Lo que está claro es que no lo harán negociando, como parece que van a intentar Rusia y Ucrania. Y aquí tampoco hay intereses suficientemente importantes como para que Occidente se involucre, por lo que todo dependerá de lo que hagan gigantes como China, que todavía no ha desvelado sus cartas. | | Es todo por hoy. Espero haberte explicado bien algo de lo que está ocurriendo en el mundo. 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