Moscú, 24 de agosto de 2025 - Las alarmas saltaron en las primeras horas del domingo en la región rusa de Kursk, después de que los restos de un dron ucraniano derribado provocaran un incendio en una de las principales centrales nucleares del país. Si bien las autoridades rusas han asegurado que la situación está bajo control y que no hay peligro de fuga radiactiva, el incidente subraya la creciente amenaza que representan los ataques con drones en zonas de alta sensibilidad.
El ataque y sus consecuencias
Según el relato de las autoridades rusas, un vehículo aéreo no tripulado de las fuerzas ucranianas fue neutralizado por las defensas aéreas, pero sus escombros cayeron sobre la central nuclear. El impacto generó un incendio en un transformador de la planta, lejos de la zona de los reactores nucleares, lo que permitió a los equipos de emergencia controlar la situación con rapidez. El gobernador de Kursk, Roman Starovoyt, fue el encargado de llevar tranquilidad a la población, insistiendo en que "no hay riesgo de radiación" y que la operación de la planta no se ha visto comprometida.
Sin embargo, fuentes de seguridad rusas han calificado el ataque de "acto de terrorismo nuclear", una acusación que Rusia ha utilizado en ocasiones anteriores. La ciudad de Kurchátov, donde se encuentra la central, ha sido objeto de ataques con drones en varias ocasiones en el último año, y las autoridades rusas han denunciado que Ucrania busca específicamente estas instalaciones.
Acusaciones cruzadas y el papel del OIEA
Ucrania ha mantenido su silencio, una estrategia habitual cuando se trata de ataques en territorio ruso. No obstante, las acusaciones no son unilaterales. A lo largo del conflicto, tanto Rusia como Ucrania se han acusado mutuamente de poner en peligro la seguridad de las instalaciones nucleares. La central de Zaporiyia, en el sur de Ucrania y ocupada por las fuerzas rusas, ha sido el principal foco de preocupación internacional, con informes de bombardeos y ataques con drones que han generado una alarma constante en la comunidad mundial.
Ante la gravedad de la situación, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha reaccionado de inmediato. El director general de la organización, Rafael Grossi, ha manifestado su "extrema preocupación" y ha anunciado que sus expertos, ya presentes en Zaporiyia, se desplazarán a la central de Kursk para inspeccionar los daños y verificar la seguridad de la instalación. El OIEA ha recordado a ambas partes los "siete pilares indispensables" para garantizar la seguridad nuclear en tiempos de guerra y ha instado a la "máxima moderación" para evitar un accidente nuclear con graves consecuencias radiológicas.
El peligro en el horizonte
La central nuclear de Kursk, con sus reactores del tipo RBMK-1000, los mismos que los de la central de Chernóbil, ha sido desde hace tiempo un motivo de inquietud para los expertos. Si bien las autoridades rusas insisten en que los sistemas de seguridad son sólidos y que las estructuras de los reactores están protegidas, los informes del OIEA han señalado que el frente de guerra se ha acercado peligrosamente a la planta, exponiéndola a un riesgo constante. Este último incidente, si bien no ha provocado daños graves, es un recordatorio sombrío de la fragilidad de estas infraestructuras y del riesgo de que un simple ataque con dron pueda desatar una catástrofe de consecuencias inimaginables.
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