CARACAS, Venezuela. Estados Unidos ha desplegado un contingente naval considerable en el mar Caribe, en una operación que, si bien oficialmente se enmarca en la lucha contra el narcotráfico, ha avivado las tensiones geopolíticas en la región, particularmente con Venezuela. La maniobra, calificada por analistas como una de las mayores demostraciones de fuerza en la zona en décadas, ha provocado una respuesta inmediata por parte del gobierno venezolano.
Según reportes, la misión incluye una flota de buques de asalto anfibio y destructores de misiles guiados, como los USS Iwo Jima, USS San Antonio, y los USS Gravely, Jason Dunham y Sampson. Estos navíos transportan a miles de marineros e infantes de marina y están equipados con tecnología avanzada para operaciones de vigilancia y combate. El gobierno de EE.UU. ha justificado la acción como un esfuerzo para interceptar las rutas de tráfico de drogas en el sur del Caribe, con un enfoque en carteles que han sido designados como "organizaciones narcoterroristas".
Sin embargo, el despliegue es visto también como una medida de presión directa sobre el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. La proximidad de los buques a las costas venezolanas ha sido interpretada en Caracas como una amenaza a la soberanía nacional. En respuesta, el presidente Maduro ha condenado el movimiento y ha anunciado la movilización de 4.5 millones de miembros de la milicia civil en todo el país, afirmando que defenderán sus mares y tierras de cualquier "imperio".
Este despliegue naval subraya la complejidad de la situación en el Caribe, donde la seguridad, el combate al crimen organizado y la rivalidad estratégica de las potencias mundiales se entrelazan. Mientras Washington sostiene que su objetivo es la seguridad regional, la acción ha generado un nuevo capítulo de fricción diplomática y militar en el continente.
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