PEKÍN. En la carrera por el liderazgo tecnológico global, un elemento a menudo invisible pero fundamental emerge como protagonista: las tierras raras. China no solo ha comprendido su importancia, sino que ha consolidado una posición dominante que le otorga una ventaja estratégica sin precedentes en la economía mundial.
Las tierras raras no son, como su nombre podría sugerir, particularmente raras en la corteza terrestre. Sin embargo, su extracción y procesamiento son complejos y costosos. Son un grupo de 17 elementos químicos esenciales para la fabricación de una vasta gama de productos, desde smartphones y coches eléctricos hasta misiles de defensa y turbinas eólicas.
La situación actual: un dominio casi total
Durante décadas, China ha desarrollado una cadena de suministro casi completa para estos minerales. Controla cerca del 60% de la producción mundial y una parte aún mayor del procesamiento y refinamiento, una etapa crítica que transforma el mineral en materiales utilizables. Esto ha permitido a Pekín no solo dictar los precios, sino también influir en la disponibilidad global de estos insumos.
Este dominio se ha logrado a través de una combinación de factores: bajos costos laborales, normativas ambientales más laxas en comparación con Occidente y, sobre todo, una política estatal estratégica que ha invertido masivamente en la minería y la tecnología de procesamiento. Mientras tanto, países como Estados Unidos y Australia, que también poseen depósitos significativos, han reducido o abandonado la minería de tierras raras debido a su alto impacto ambiental y su falta de rentabilidad frente a la oferta china.
De la escasez a la estrategia
El poder de China sobre las tierras raras no es meramente económico. En 2010, Pekín limitó las exportaciones, lo que provocó una subida vertiginosa de los precios y una alarma global sobre la vulnerabilidad de las cadenas de suministro. Si bien las restricciones se levantaron tras la presión de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el incidente sirvió como una llamada de atención para el resto del mundo.
Hoy, aunque China no ha vuelto a imponer limitaciones tan drásticas, el mensaje ha calado. El país utiliza su posición para garantizar su propia seguridad económica y tecnológica. Las empresas chinas, especialmente aquellas con un alto valor añadido, son las principales beneficiarias de este control, lo que les permite mantener una ventaja competitiva en sectores clave como la fabricación de baterías de litio y la electrónica de consumo.
La respuesta del resto del mundo
Ante este escenario, otras naciones han comenzado a reaccionar. Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Australia están invirtiendo en la reapertura de minas y en el desarrollo de sus propias cadenas de suministro de tierras raras. Empresas como MP Materials en California han resurgido, y se exploran nuevas tecnologías para la minería y el reciclaje de estos minerales. Sin embargo, la brecha con China sigue siendo enorme.
El desafío no es solo la extracción, sino también el procesamiento, una etapa que requiere una gran inversión y conocimiento técnico. Se estima que llevaría años, si no décadas, para que Occidente pueda igualar la capacidad de China en este ámbito.
En este tablero geopolítico, las tierras raras han pasado de ser simples minerales a un instrumento de poder. La situación actual de dependencia global subraya la necesidad de diversificar las fuentes de suministro y de invertir en la innovación, no solo para la tecnología del futuro, sino para garantizar la autonomía y la seguridad en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.
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